A la rica miel que endulza nuestras vidas
Nueva entrega del blog gastronómico "El Tumbaollas" con Santiago Juanes. La propuesta de hoy...la miel, un producto sin el que no podríamos vivir y que ha sido y es, protagonista de muchos ámbitos de la vida.
Salamanca
Sostiene el Tumbaollas que no podemos imaginar nuestra vida sin la miel, que está a nuestro lado desde que tenemos conciencia. Aparece en los libros sagrados y en los recetarios: no es posible imaginar las torrijas sin la miel.
Federico García Lorca nos dejó escrito: “La miel es la palabra de Cristo, el oro derretido de su amor, el más allá del néctar, la momia de la luz del paraíso”. Y también que: “La miel es la bucólica lejana del pastor, la dulzaina y el olivo, hermana de la leche y las bellotas, reinas supremas del dorado siglo.
Han usado y abusado los poetas de la miel. También del vino. Sabemos de la mezcla de agua, vino y miel, y de la miel con vino.
La miel endulza nuestra vida formando parte de los postres, añadiendo dulzor al café y aliviando nuestras gargantas.
“Buena es el agua y la sed, buena es la sombra y el sol, la miel de flor de romero, la miel del campo sin flor”, escribió Antonio Machado.
La miel está en la mitología y en el escudo de Béjar, en forma de abejas, sus productoras. La Colmena, es una de las novelas imprescindibles de Camilo José Cela.
Cosmética, energética…afrodisiaca: La escritora siria Salwa al Neimi escribió El sabor de la miel, una novela erótica escrita en árabe prohibida en algunos países islámicos.
Ya nos gustaría que todo en la vida fuese miel sobre hojuelas o que la vida, en sí misma, fuese una eterna luna de miel. Pero sabemos que no es así, como sabemos que no está hecha la miel para la boca del asno, como se recuerda en el Quijote.
La miel hace que el queso de Burgos sea postre y que tengamos pestiños en Semana Santa, pero también muchos de los dulces más tradicionales, como el turrón sin ir más lejos, o las almendras garrapiñas de nuestras ferias y romerías.
Si nos vamos más lejos descubriríamos que la miel es el néctar de Afrodita y estos son palabras mayores; la miel, por ejemplo, estimula la producción de hormonas sexuales y quizá por ello el mismísimo Avicena recomendaba miel contra la impotencia. Los árabes sueñan, como sabemos, con ríos de miel y besos con sabor a miel. El rey Salomón le cantaba a su amada: “como panal de miel destilan tus labios, oh, esposa mía; miel y leche hay debajo de tu lengua…”
Los cantantes, también ha echado mano de ella en muchas ocasiones. En “Luna de Miel” su estribillo reza así: “Yo sé que el tiempo es la brisa que dice a tu alma, ven hacia mí, así el día vendrá que amanece por ti…La luna de miel”.
Cantarle a la miel viene de lejos, el propio Virgilio era un consumado apicultor y dedicó una obra entera a ello en la que decía: “Ahora voy a proseguir cantando el celestial don de la áurea miel”.
Clásicos aparte, no dejaría de leer la novela negra “Trampa de miel”, de Unni Lindell, que es, además, el primer caso de su detective Marian Dahle. Ni tampoco el cuento de las “Mil y una noches” en el que aparece la tarta de miel y agua de rosas.
Conviene recordar en este punto que la miel fue desde los árabes uno de los primeros conservantes hispanos y aún hoy el arrope y calabazate murcianos tienen como conservante la miel. Y miel se encontró en una tumba egipcia con más de tres mil años.
También la miel está en el cine. Hay una película que se titula “Miel” y la miel cruza nuestra comunidad desde el Bierzo a la Sierra de Francia y desde Sanabria a la Vinuesa Soriana con dulces en los que aparece la miel como ingrediente esencial junto a un amplio refranero en el cual cada uno acerca el ascua a su sardina y así leemos: Pan de bamba, mollete de zaratán, ajos de Curiel, quesos de Peñafiel y de Cerrato, la miel.
Volvamos a los poetas: Neruda le cantó a las abejas; abejas y miel hay en abundancia en la poesía de Antonio Machado, y Gioconda Belli tituló su antología “Escándalo de miel”.
Volvamos a Lorca: “La miel es la epopeya del amor,
La materialidad de lo infinito.
Alma y sangre doliente de las flores,
Condensada a través de otro espíritu.
Estos versos son parte del poema “El canto de la miel”, el que mejor ha reflejado desde la poesía lo que es la miel, tan conocido como aquello que recitábamos de niños de
A un panal de rica miel
dos mil Moscas acudieron,
que por golosas murieron,
presas de patas en él.
Otras dentro de un pastel
enterraron su golosina.
Así, si bien se examina,
los humanos corazones
perecen en las prisiones
del vicio que los domina.
Que no es sino una fábula de Samaniego.
Qué sería de nuestros poetas sin la miel. Adiós a la miel de su boca, a la miel de sus besos, a sus ojos de color de miel, a la dulzura…
La miel es dulzura, y antes que el azúcar, endulzaba la vida de nuestros antepasados cavernícolas, de los egipcios, griegos y romanos.
La miel está en la Biblia. Es la palabra de Dios y su hijo, después de resucitar, toma miel. Es su primer alimento y alimenta algunos parajes del Cantar de los Cantares.
Sueñan los árabes con un cielo de ríos de miel.
La miel está en la dulcería judía, de la que salieron nuestros pestiños, que nos recuerdan aquello de miel sobre hojuelas.
La miel endulza, la miel conserva.
Miel y mantequilla es la comida del Mesías.
Los recién casados disfrutan de su luna de miel, de la que alguno sale mal: luna de miel, luna de hiel.
Luto de miel, es una maravillosa novela del comisario Sharko, personaje creado por Franck Thilliez. Otro clásico del género, la agente Mariam Dhale, protagoniza “Trampa de miel”, de Unni Lindell. Deliciosamente erótica es la citada novela de Salwa Al Neim. Y divertida Miel y almendras, de Maha Akhtar, cuya lectura evocará la famosa película “Caramel”.
Apenas recordamos los caramelos de miel.
Nos hemos quedado tantas veces con la miel en los labios… en tantas cosas. Verdad.
Rubén Darío describió la escritura de Campoamor con aquello de
“deja en los labios la miel
Y pica en el corazón”.
En su Oda a la abeja, Neruda describió la miel como
“líquida luz que cae en goterones”.
La miel nos ha dejado meleros y melosos. Sus productoras, las abejas, representan para muchos el alma humana, y así la miel era un alimento místico. Lo cierto es que uno entra en éxtasis cuando la prueba. Santa Teresa, la santa mística, recomendaba: "No (ser) araña que todo lo que come lo emponzoña, sino abeja, que todo lo convierte en miel".
Disfrutemos de la miel, saludable, sin tener en cuenta aquello de que no está hecha la miel para la boca del asno. Y sí, es imposible ignorar al salmanticense Juan del Enzina cuando reclamaba “miel y muchos huevos para hacer torrejas”.