Ocio y cultura
Pepe Torres

‘¡Ya huele a Feria!’

Pepe Torres nos cuenta una como vivió un día en la Feria de Algeciras.

Firma Pepe Torres, 'Ya huele a feria'

Firma Pepe Torres, 'Ya huele a feria'

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La Línea de la Concepción

“Ya huele a feria mi alma, ya huele a feria!”.

Ya está aquí la Feria Real de Algeciras ¡ole! ¿habrá algo mas andaluz que una feria? donde los andaluces, ellos y ellas, niños y niñas, mayores y mayoras ¡joé con el lenguaje no sexista, vaya tontería!. Bueno donde toda la peña, que queda más actual, se los pasa en grande?

Con su calle del infierno, que no he visto en mi vida un nombre más bien puesto que ese, con el moro de los pinchitos (¡ojú! lo de moro ahora tampoco se puede decir), bueno con el magrebí de los pinchitos, con sus casetas... ¿habrá un sitio más incómodo y más apretao pa' comer que una caseta de feria? Que un día yo pedí en una barra un platito de queso, y terminé picando en el tomate aliñao de uno que estaba al lado mío, y sin darme cuenta.

La última feria de Algeciras en la que yo estuve, fue con mi amigo Juan Manuel Dicenta, por cierto, que es con la única persona que yo he ido a la feria con cincuenta euros y he vuelto a mi casa con setenta.

Después de acabar el programa en la terraza del Corte Inglés, donde tuvimos un acalorado debate sobre las cabalgatas, lo de acalorado fue más que nada porque haría unos 38 º de temperatura más o menos aquel día, nos fuimos para el real.

Allí, en la primera caseta que entramos, saludamos a Sergio González Otal y se acercó una persona que nos preguntó: “¿que queréis tomar?”. Yo en ese momento con el calorín y la bulla que había allí, lo que hubiera querido era tomar un tren pa' Galicia que se está allí mas fresquito, pero bueno, entonces dijo Juanma: "una cervecita ¿no campeón?" Claro una cerveza que va bien pa' los gases, repliqué con evidente sorna. Allí estaba mi amiga Edurne, guapísima por cierto, vestida de faralaes, y se acercó otra vez el mismo hombre de antes y nos dijo: “no irse que ahora va a salir el arroz”; lo de va a salir el arroz, lo dijo el hombre con una importancia que me sonó como si dijéramos; no irse que va a salir ahora a cantar Rocío Jurado. Así que nos comimos el platito de arroz entre flores, fandanguillos y alegría, y entre besos y abrazos variados ya estábamos nosotros en la calle enfilando la siguiente caseta.

El Juanma, que hacía de cicerone, decidió hacer una parada en la caseta de IU. Aquello estaba más vacio que la urgencia del hospital el día que juega el Madrid con el Barça. Estaba el de la barra, y uno que me sonaba la cara de haberlo visto en un cartel electoral, y que nada más que entrar, como éramos los únicos, se vino pa' nosotros como si nos hubiera tocado un apartamento en Torrevieja, para invitarnos a un mojito cubano, lo cual me pareció muy al tipo siendo la caseta de IU.

Ya en la calle de nuevo con el arroz bajando, el mojito ayudando y la cartera intacta, decidió el campeón entrar en la caseta de su amigo Tuset, en la cual, para entrar, nos hubiera venido bien un japonés de esos que empujan a la genta para que entren en el metro en la hora punta. ¿Han oído ustedes hablar de ese principio físico del desgaste por rozamiento? pués ya les digo. Allí me sacó a bailar unas sevillanas una señora, a la que no le podría calcular la edad, pero que se adivinaba que ya hacía tiempo que sufría pérdidas de orina, la cual decía que le gustaban mucho mis comentarios de la radio. Cada vez que yo me cruzaba bailando, le endiñaba al que estaba al lado una colleja con el brazo, hasta que me dice el fulano: "¡quillo, que es la tercera ya” a lo cual le repliqué : “no, perdona, es la primera, la tercera es la del zapateao", pero por la cara que me puso el colega no me pareció que le convenciera demasiado.

El amigo Tuset, como no podía ser de otra forma, nos atendió, departió con nosotros en amena conversación y lo que es más prosaico, pero no menos importante, nos invitó a una botella de manzanilla y una sopa de ajo, de la cual dimos cuenta en un visto y no visto, ya que el arroz de la primera caseta nos había dejado un evidente huequecillo.

Todavía al campeón le faltaban altares que visitar y antes de subir al módulo de la ser e irnos para los toros, hicimos una parada, que no fonda, en una caseta que estaba casi al final del real y que, parafraseando al quijote, “de cuyo nombre no puedo acordarme”. Allí, en animada conversación de mi ferial compañero con el responsable de la caseta, en menos de lo que tarda una cuña publicitara de Muebles Briole teníamos en la barra un maravilloso plato de gambas con sus respectivas cabezas, detalle este muy importante porque ya conocen ustedes esta afición que tenemos las personas por chupar lo que sea.

Todavía, y por gentileza de la casa, hubo tiempo para degustar dos “gin tonics” de Beefeater, cocktail este muy apreciado por mi coyuntural partener, y que por lo menos a mí, empezó a darme la puntilla sin haber visto todavía el primer toro.

De ahí, al módulo de Onda Algeciras donde coincidimos por cierto con Diana Navarro y Felipe Campuzano; al cual, y estando yo ya tan cariñoso, saludé y abracé como si me hubiera criao con él en la escalera de su casa.

De los toros no le voy a hablar, porque no tengo un recuerdo claro de lo que allí pasoó; lo único que me quedó grabado antes de entrar, es que en la puerta por la que accedimos, el portero nos dio una bolsa con la merienda, que amablemente un conocido restaurador de la zona había dejado a la atención de Juan Manuel Dicenta. Además, como resultó que Juanma llevaba dos entradas y a mi me regalaron una, al final se la vendí a uno que pasaba por allí y la mar de contento todo el mundo.

Lo que les digo cuando llegué a mi casa, tenia un bolillon de nueve y medio y veinte euros más en la cartera.

Son las cosas de la feria.

 
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