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Claudia Pérez Galovart: “Los centros de registro han pasado a ser centros de detención de refugiados”

La abogada viguesa estuvo trabajando de cooperante en Lesbos

Claudia Pérez Galovart nos contó la tragedia en primera persona / KOSTAS TSIRONIS (EFE)

Claudia Pérez Galovart nos contó la tragedia en primera persona

Vigo

La Europa solidaria existe; la Europa que se rebela contra lo que está pasando y contra la inacción de la Unión Europea. Esa Europa es tangible, en casos como la de esta abogada viguesa, que decide dejar su despacho para trabajar por los derechos humanos. De Madrid a Lesbos haciendo un viaje a la otra realidad de Europa. El perfil solidario de Claudia Pérez Galovart lo podido ver en su casa; sus padres, los magistrados Ventura Pérez Mariño y Lola Galovart, lideran proyectos como Pozo de Agua Mayo Rey en Camerún o A las cinco en la propia ciudad de Vigo, a la que sirven al margen de los cargos judiciales y políticos que han tenido. Esta viguesa decidió un día revelarse contra la Europa de brazos cruzados, la Europa que prefiere ver y callar o la Europa que cierra fronteras para no acoger a los que huyen de la guerra y de la crueldad de Daesh. En Vigo Hoy por Hoy hemos viajado a Lesbos, la zona cero Europea de los migrantes sirios. Allí estuvo Claudia, que nos contó su experiencia tan dura como real.

Una abogada que deja su despacho por ir a Lesbos…

Yo estaba trabajando en Madrid en un despacho de abogados, me dedicada al derecho comunitario de la competencia y, en un momento de mi vida, decido dar un cambio al rumbo a mi carrera y dedicarme a los derechos humanos. Cada uno tiene que encontrar el equilibrio entre la carrera profesional y la felicidad de uno mismo. Creo que somos unos privilegiados y que todos tenemos que contribuir, en la medida de lo posible, para ayudar a los que no tienen esa suerte. Por eso decidí irme a Lesbos a ayudar.

Estamos hablando de garantizar los derechos humanos y fundamentales en el llamado Primer Mundo.

Es difícil asumir que en Grecia, una de las cunas de nuestra civilización, esté actuando de la forma que lo está haciendo y que Europa muestre su peor cara. Antes se veía en Asia o en África y ahora lo vemos en nuestras fronteras y es moralmente inasumible que nos quedemos cruzados de brazos.

¿Qué te encontraste?

Fui antes del acuerdo de la UE con Turquía. Me fui con una ONG sueca a un pequeño pueblo que está al norte de Lesbos y que, a finales de 2015, era el punto caliente de llegadas de las embarcaciones. Las rutas migratorias habían cambiado sus trayectorias hacia allí. Llegaban una media de 1.000 o 2.000 refugiados al día y había que ayudarles rápido porque muchos llegaban en condiciones muy difíciles.

¿Cuál era tu misión allí?

Unas ONG hacían el salvamento, el rescate en el mar, traían a la orilla a los refugiados, y nosotros nos encargábamos de atenderles, les cambiábamos la ropa porque venían desde la costa de Turquía hasta Lesbos, y se le explica que la travesía que les espera es muy larga; se le da ropa de abrigo, se les daba de comer y se les habilitaba tiendas en el campamento de tránsito. Al día siguiente llegaban las furgonetas de ACNUR (Ayuda al refugiado de la ONU) y se los llevaba a los campamentos de registro en Moria. Pero eso fue variando, porque las rutas migratorias variaron al sur y tuvimos que cambiar nuestro trabajo. Nuestra ONG se traslada a Moria y allí colaborábamos con el gobierno griego y le prestábamos asistencia a los refugiados: ayudábamos a Oxfam con el catering, la ropa, la asistencia jurídica…

Muchas familias que abandonaron todo para escapar de Daesh y escapar de la Guerra Civil en Siria. Escapan del terror y se encuentran a una Europa inflexible

Es complicado asumir esas reacciones de xenofobia o racismo en la UE. Esa gente escapa del terrorismo, escapa de la guerra civil. No vienen aquí a robarnos nada, no vienen a quitarnos el trabajo, no; lo que viene es escapando de la miseria y de un país que ya no tiene. Se han quedado sin patria. No se le pueden cerrar las fronteras a alguien que no tiene nada. Esa no es la actitud de una Europa solidaria.

¿Qué te contaban los refugiados sirios antes de afrontar ese largo y tortuoso viaje por Europa?

El corazón se te encoge, porque es gente como nosotros, vestida como nosotros. Tendemos a pensar que es gente pobre, marginal. Nada más lejos de la realidad. Se escapan de una guerra y vienen dejando todo atrás y llegan con sus pertenencias en una bolsa de basura y con el dinero en el bolsillo. Escapan de una guerra y encima se encuentra que Europa les recibe así: cerrando las fronteras y en un campamento aislado y en condiciones infrahumanas…la policía griega y la de macedonia cargando contra ellos. El concepto de refugiado ya no existe, está perdiendo su sentido más elemental. Es una situación que atenta contra todo derecho moral.

¿Cómo está Lesbos actualmente?

Cuando llegué yo si que estaba desbordado porque fue antes del acuerdo con Turquía. En Moria, en unas instalaciones que eran un antiguo recinto penitenciario militar, que tiene una capacidad para 1.200 personas y habría unas 2.000 o 2.500. Estaba la situación desbordada con barracones multiplicando su capacidad. Eso mientras estábamos las ONG allí. Ahora eso ha cambiado. El centro de Moria pasa de ser un centro de registro y se vuelve un centro de detención. Todas aquellas personas que llegan después del 20 de marzo, se les detiene en un régimen de encerramiento. Todas esas personas no pueden salir y la mayoría son deportadas a Turquía. Pero ahí está el problema legal. Todas esas personas tienen derecho a pedir asilo; y, supuestamente, no se les puede deportar a Turquía hasta que se haya resuelto su solicitud de asilo. No se sabe si se está cumpliendo la legalidad. Los que si han comenzado a devolver son los migrantes económicos, los de Bangladesh, Pakistán…

Supongo que muchas dificultades y, tras el acuerdo con Turquía, muchas más, no?

En lo que son los campamentos oficiales del gobierno griego no pueden trabajar las pequeñas organizaciones. Nosotros teníamos acceso porque estábamos trabajando y cooperando con una ONG grande. Está claro que ahora no les interesa tener allí a gente que pueda ver que es lo que se hace y, de una forma u otra, están impidiendo que estén allí los voluntarios cooperando.

Para que el Papa Francisco dijese lo que dijo…

A Europa le interesa por alguna razón que no entren. No puede ser que España tenga 18 refugiados cuando le tocan 18.000; no puede ser que lo único que haga Madrid es poner un cartel gigante de “Bienvenidos refugiados”. Hay que hacer mucho más y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Siempre habrá quién diga que el terrorismo entra por ahí, que crean inseguridad, pero ellos están escapando del terrorismo precisamente. España tendría que implementar unos programas y unas políticas de integración para evitar guetos.

¿Cómo se podría hacer?

Pues con un programa de acogida perfectamente definido. Una persona que llega a España habrá que enseñarle el idioma, darles educación a los niños y darle un empleo que se asemeje a lo que hacía en su país. Si llega un médico poder hacerle cursos puente para que puedan ejercer. Hay que evitar los guetos.

¿Volverás?

Estoy deseando. En cuanto pueda, quiero volver a Grecia. Sobre todo en Idomeni que la situación es horrible. Es el campamento informal entre Grecia y Macedonia y allí están 15.000 refugiados en tierra de nadie, sin poder salir, en condiciones infrahumanas, en barrizales, en tiendas de campaña, en donde reciben escasa ayudas de voluntarios que lo hacen de una forma particular. Quiero ir allí en verano, si todo va bien.

 
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