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Por favor, no me hablen de la patria

La Firma de Doroteo González

Por favor, no me hablen de la patria

Por favor, no me hablen de la patria

03:06

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Palencia

Se llaman a sí mismos patriotas. Hablan de la unidad y la bandera, esa bandera que llevan pegada en el reloj, en la correa, en la corbata y hasta en su ropa interior. Son esa clase de españoles cabales, justos, honrados, que sienten "amor por España".

Han ido perfeccionando un lenguaje devoto a la patria porque les convenía para ocupar un espacio cómodo y lucrativo que les ha conducido a la relevancia de un hiperprotagonismo en lo social, lo económico o lo político. A esta especie protegida de sobresalientes fervorosos cuando les hablan de la patria, exhiben su abolengo, su ADN de biennacidos, haciendo apostolado con lo de que “antes muertos que sencillos”.

Aman su patria, veneran sus símbolos, no toleran que nadie la critique, pero contratan poderosos bufetes de abogados para buscar el refugio a su dinero miles de kilómetros fuera de su país de origen para no pagar impuestos. Para estos embaucadores, en su manual del perfecto patriota, no existe la expresión “contribuir para el bien común” o quizás piensan que eso sólo es competencia de quienes no podemos llamar a la puerta de los grandes expertos proveedores en paraísos fiscales.

Durante siglos los impuestos fueron un símbolo patente de servidumbre. Eran tributaciones propias de los derrotados, los siervos, los sometidos. Sin embargo, hoy se dice que los impuestos son el precio de la libertad. Personalmente, yo así lo creo, y pienso que cuando los pagas compras democracia. Esa libertad y la calidad de vida se financian mediante las cargas fiscales de todos y si esto no fuera así y sólo se confiase en la voluntariedad, ya sabemos quiénes no pagarían.

Queda otra cuestión, y es la de que algunos de estos personajes apelan a que no existe ilegalidad en sus transacciones de dinero, y que por lo tanto no ha lugar el reproche. En este caso, permítanme que vuelva a recordarles el patriotismo de semejantes personajes, porque su necedad es tal como si a un individuo le pillasen en otros brazos y le dijera a su esposo o esposa que lo clamorosamente evidente no es cuestión de infidelidad sino que sólo se trata del constante empeño en conocerse mejor a sí mismos.

Lo siento, pero a este asunto yo no le veo una pronta solución. Esperanza Aguirre, esa persona de la que con tanto fervor se alaba su inteligencia y pericia, ha dicho que si no fuese política trataría de pagar los menos impuestos posibles. Y, claro, desde tan reconocida figura entre el privilegiado grupo de mejores cabezas pensantes de este país, algo así supone una abierta invitación a que cada uno se busque la vida, y que, como en el amor y la guerra, con el dinero también vale todo. Lo que sea.

 
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