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La fotografía de Sergio Soto

Feijóo, Gallardón y los paralelismos

La fotografía de Sergio Soto (07/04/2016)

La fotografía de Sergio Soto (07/04/2016)

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A Coruña

Nadie nos soporta tantas impertinencias como nuestros más allegados. Es la culminación de una estrategia cínica por la cual al principio, como si todo formase parte de un medido ejercicio de seducción, les mostramos solo la cara A de nuestro carácter. Después, una vez alcanzado el éxito, abrimos progresivamente el portón de los defectos y todoevolucionasilenciosamente hasta que un día descubren que ya no nos contenemos los eructos. Para entonces ya es demasiado tarde, les hemos inoculado el veneno del cariño y el descargo de defectos solo podrá ir en aumento. No es que nos quieran tal y como somos, es que para cuando descubren como somos ya nos quieren. Para los demás, para los que no queremos, prolongamos el diabólico comportamiento mostrándoles nuestra cara iluminada de la luna, nuestra amabilidad, nuestra educación, corrección, virtudes; lo cual, por otra parte, hace del planeta un lugar habitable. Si nos comportáramos con todos tal y como lo hacemos con nuestra pareja estable o nuestros amigos íntimos o nuestra madre, probablemente nadie tendría amigos íntimos ni pareja estable y, si no fuera por el mandato biológico, tampoco madre.

Lo más asombroso del caso se lo debemos a aquellos expertos capaces de proyectar una imagen entre sus simples conocidos que les encumbra y que se derrumbaría sin remedio cuando pasasen a ser amigos.Durante años Alberto Ruiz-Gallardón se hizo pasar por el chico <<progre>> del PP. Contrataba a Ana Belén y a Serrat, oficiaba ceremonias gays, sonreía a los periodistas y, a veces, hasta se atrevía a practicar algo no muy habitual en el Partido Popular: la autocrítica a nivel interno. Fue precisamente su padre quien advirtió mucho antes a Peces-Barba de que su hijo era más de derechas que él. Parecía un chascarrillo, pero un día Gallardón llegó a ministro.

Otro Alberto, Feijóo, anunció hace unos días que volvería a ser el candidato popular a presidente de la Xunta, escoltado por un mapa de Galicia recorrido por la lista azul en diagonal. Como el primer Alberto, este también goza de una imagen ciertamente amable fuera de su territorio. En Génova y en no pocos medios de comunicación de Madrid, Feijóo es el nuevo chico <<progre>>, renovador, limpio y trabajador. Fuera de su currículum se dejan la desaparición del sector financiero gallego, la precariedad laboral en el SERGAS, la escasez de medios en las residencias de ancianos o su “galleguismo”, que ha llevado a que algunos añoren el de Fraga. Su principal reconocimiento, contener el déficit, probablemente tenga quever con su mayor defecto: no haber hecho nada. Tanto se creció en la práctica del arte de no hacer nada que durante unos meses creyó que podría vencer al maestro en esas lides, Mariano. Por supuesto perdió. Como el otro presidente, Fraga, y como el otro Alberto, Gallardón, Feijóo llora en público. Dice que lo hace por la emoción del “mayor honor: servir a Galicia”. La historia real es otra, pero esa, como siempre, se queda en casa.

 
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