Torpeza
José María Pagador, periodista y escritor, aborda el modo de conducirse de políticos y altos cargos institucionales tanto en su vida pública como ante casos judiciales
Torpeza
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Mérida
Cada vez me asombra más el grado de torpeza de muchos de nuestros dirigentes políticos e institucionales. Parece que, parafraseando a Francisco de Rojas, del rey abajo ninguno se salva. Hasta el rey y su esposa han caído en esta nueva moda de nuestros dirigentes de dar ánimos a imputados en casos de corrupción. Esta moda la implantó Rajoy con su célebre “Luis, sé fuerte”, que denota una torpeza supina. Como torpe es la actitud de Pedro Sánchez de mantener en su cargo orgánico en el partido al todavía líder socialista en Galicia, imputado también.
No son los únicos ni su torpeza se manifiesta en un solo ámbito. Ahí está, por ejemplo, el Gobierno en funciones, rehuyendo el control del Parlamento como si no tuviera que dar cuentas a la ciudadanía. O los comisarios del caso Ignacio González, grabándose unos a otros sus tejemanejes. O el rey Juan Carlos haciéndose fotos con elefantes matados por él. O el fiscal del caso Nóos que se ha convertido en abogado defensor de la infanta. O la cara dura de Rita Barberá, negándolo todo entre risas y desafíos imposibles. O las aventuras canarias de Monago y sus posteriores explicaciones absurdas. Y tantos y tantos casos que, aparte de la sinvergonzonería que manifiestan, denotan un nivel de torpeza que produce sonrojo y que no sería posible en ninguna otra actividad humana.
Los dirigentes públicos están obligados más que nadie a ejercer la honestidad. Lo que no sé es qué criba habría que hacer para garantizar en ellos un mínimo de inteligencia. En la política española, además de la insoportable corrupción, hemos llegado a un grado tal de torpeza de nuestros dirigentes que a veces parece un milagro que el país siga funcionando.