Descomposición

Mérida

Si el PP no ha saltado ya por los aires como partido, con todos los síntomas de descomposición que se han acentuado en las últimas semanas, es por la obstinación de Mariano Rajoy por conservar un poder ya imposible para él y porque, entretanto, la gobernación en funciones sirve aún de pegamento de los miembros de este cuerpo en desintegración. Lo único válido que le queda hoy al todavía partido en el gobierno son sus bases, que asisten perplejas y hastiadas a este espectáculo zombi de una cúpula y un presidente sin vida, que se esfuerzan en aparentar que la tienen, con espasmos de agonizante.

La descomposición del PP, que únicamente las bases y otros nuevos dirigentes jóvenes y honrados podrán reconstruir, tiene múltiples síntomas. Las gestoras que tratan de recomponer el partido en Valencia y Madrid, la secuencia abrumadora de nuevos casos de corrupción y de imputaciones masivas de cargos y dirigentes, el aforamiento vergonzante de implicados, la masiva corrupción en municipios de regiones como la de Murcia gobernados por el PP, el abandono de dirigentes históricos, como el caso de Fernando Baselga en Extremadura, o la rebelión de las Nuevas Generaciones del partido, entre otros muchos, son signos claros de que este PP ya es pasado. Ni Mariano ni los que tiene alrededor son el relevo no ya para el Gobierno, sino ni siquiera para encabezar candidatura alguna en las elecciones generales que han vuelto a aparecer en el horizonte.