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La fotografía de Sergio Soto

Confucio, uno de los creadores de la confusión

La fotografía de Sergio Soto (18/02/2016)

La fotografía de Sergio Soto (18/02/2016)

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A Coruña

Todo el mundo goza del derecho a confundirse. Es, curiosamente, uno de los pocos que no se ha visto recortado por la crisis. Si acaso, bien al contrario, disfruta de una feliz y hegemónica etapa en la que lo ejercemos con afán casi exhibicionista y todos los elementos parecen conjurarse para demostrar el placer de una buena confusión. Hay en esta práctica una pasión primeriza, como si de pronto hubiéramos descubierto que equivocarse durante un rato no es tan malo. Al fin y al cabo en un contexto en el que nadie sabe muy bien qué se debe hacer, proponer soluciones imposibles deja de ser un burdo error para alcanzar la categoría de intento. Todo está todo tan a estrenar que es natural que nos mareemos con el olor a nuevo, lo que recuerda un poco al efecto que produce el formol. Vaya, qué curioso.

Tenemos, por ejemplo, un parlamento inédito que exige negociar, un aspirante a vicepresidente que le hace el gobierno al aspirante a presidente porque no confía en él y un presidente que declina, también, dar la mano. De modo que tiene sentido que la imagen de la semana sea la de un rostro enfurecido que, buscando un taxímetro, encontró unas esposas. Un coruñés ha sido condenado a ocho meses de libertad vigilada tras confundir un coche de policía con un taxi. Al parecer durante su acalorada discusión con el policía-taxista sobre la naturaleza del vehículo y su función pública, el hombre llegó a ponerse algo violento. La sentencia recoge como eximente el trastorno mental que afecta al frustrado viajero.

Pero es lógico que en momentos como el actual todos nos confundamos. Se antoja incluso una necesidad. La Marea, en su carrera por intentar aprobar unos presupuestos, intenta entrar en el coche del PP. Un sueño húmedo para los populares que ahora se ven capaces de jugar a subir y bajar el pestillo mientras sonríen a través de la ventanilla. De momento el gobierno local ha logrado entrar en el utilitario del BNG. Ambos fingen que no saben que no tiene gasolina, que no da para sumar. No se lo podemos reprochar, debe ser reconfortante encontrar alguna puerta abierta. Quizá además de obtener un apoyo puedan, entretanto, como con los buenos taxistas, charlar un rato de fútbol. De que el Dépor mereció los tres puntos contra el Betis, de que Mosquera se queda. Quizá sirva para ganar algo de tiempo. Quizá como el PP vive en una extasiante novela de acción, misterio, delitos y aventuras alguien se acabe confundiendo y descubra que sus prioridades de gasto se parecen a las de la Marea. Quizá el PSOE averigüe entretanto que lo de Madrid ya se ha resuelto y no le despista las fuerzas. No lo sé, la verdad, qué importa. Todo el mundo tiene derecho a confundirse y pasar un rato sentado en la parte de atrás de un coche. Ahí fuera el temporal sigue. Llueve, hace frío y nadie puede negar el noble origen del arte de confundirse pues, como dijo aquella desconcertada miss: "Confucio, uno de los creadores de la confusión".

 
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