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Mundo perdido

Un paseo por Cirujeda, en lo más profundo de Teruel

La espina dorsal de San Macario dominando el pueblo entre montañas. / Miguel Mena

La espina dorsal de San Macario dominando el pueblo entre montañas.

Zaragoza

Nunca he visto el nombre de Cirujeda en el listado de los pueblos más remotos, peor comunicados y en peligro de desaparición, pero todas esas sensaciones se tienen al visitarlo. Quizá no aparece en las listas porque hace más de treinta años que perdió su condición de municipio independiente y pasó integrarse como barrio de Aliaga, pueblo del que dista casi veinte kilómetros.

Su ubicación geográfica es peculiar y lo convierte en un lugar único. Se puede decir que está en las profundidades del Teruel más profundo. Dentro de una provincia que todavía sufre grandes carencias en comunicaciones, llegar hasta aquí requiere tener la voluntad de hacerlo y disponerse a transitar por algunos de los rincones más solitarios de Aragón. Un mundo perdido, con una densidad demográfica que apenas llega a los dos habitantes por kilómetro cuadrado. Baste decir que la de Siberia es de tres.

La ermita de San Macario en lo más alto de Cirujeda.

La ermita de San Macario en lo más alto de Cirujeda. / Miguel Mena

La ermita de San Macario en lo más alto de Cirujeda.

La ermita de San Macario en lo más alto de Cirujeda. / Miguel Mena

Para llegar a Cirujeda desde Zaragoza o Teruel hay que enfilar la carretera de las Cuencas Mineras, la N-420, ya de por sí poco concurrida, adentrarse por el desvío que discurre por Cuevas de Almudén, Jarque de la Val, Hinojosa de Jarque y Cobatillas para llegar a Aliaga; superar esta población y su antigua central térmica, el pequeño puerto de La Aldehuela y desviarse después por otra pequeña carretera que nos llevará, curva tras curva, al fondo de un valle perdido, completamente rodeado por montañas, donde acaba la carretera y en decenas de kilómetros alrededor no hay nada que no sea naturaleza y silencio. Allí está Cirujeda.

Un detalle de la iglesia parroquial.

Un detalle de la iglesia parroquial. / Miguel Mena

Un detalle de la iglesia parroquial.

Un detalle de la iglesia parroquial. / Miguel Mena

El futuro parece haber pasado de largo por sitios como este, concebidos cuando la economía y la civilización eran muy distintas de las que conocemos hoy en día. Sin embargo, lo que Cirujeda tiene más cerca no es otro pueblo, tan alejado como está lo mismo de Aliaga que de Ejulve; curiosamente el lugar civilizado más cercano es una planta de producción de energía por cogeneración con la tecnología más moderna para producir electricidad y calor, y otro valor añadido: gas carbónico alimentario. Con el CO2 que reciclan producen burbujas. Y no precisamente inmobiliarias. Burbujas para refrescos. Esa Coca Cola que tomas un día en la playa cosquillea con burbujas producidas en los montes más recónditos de Teruel.

A veces los desiertos demográficos esconden sorpresas como esta. Y Cirujeda resiste a pesar de todo. A desmano de cualquier vía de comunicación. Lejos de todo lo que ahora consideramos cómodo y práctico. Todavía quedan algunas casas abiertas, gente que vive del ganado y que en los últimos años ha apostado también por la truficultura, en un lugar que siempre conoció la trufa silvestre pero ahora también ha descubierto que es idóneo para su cultivo. Otra cosa que nunca le ha faltado es el agua, con cuatro fuentes que hasta en los años secos tienden a ser caudalosas.

El interior de San Macario solo alberga escombros.

El interior de San Macario solo alberga escombros. / Miguel Mena

El interior de San Macario solo alberga escombros.

El interior de San Macario solo alberga escombros. / Miguel Mena

Hay quien va al Tibet en busca de tranquilidad. De hecho son miles y miles los que se agolpan buscando soledad al pie de altas montañas. No hace falta ir tan lejos. Por sitios como Cirujeda no pasan en años la cantidad de personas que circulan en un solo día por el campo base del Everest. Y aunque no sea físicamente arriesgado, también hay que echarle valor para llegar aquí, donde nunca te afectará el mal de altura, pero podría afectarte el mal del olvido y la soledad. Esa melancolía del tiempo detenido y el horizonte inabarcable.

 
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