Una ausencia que reclama una reflexión

Bilbao

Que una víctima no quiera asistir a su propio homenaje debería darnos qué pensar. Ha ocurrido con las hijas de Jesús Velasco en el homenaje del Ayuntamiento de Vitoria.

El jefe de los miñones fue asesinado en Vitoria hace 35 años. Tras el atentado, su mujer, Ana María Vidal Abarca, vicepresidenta de AP en Álava, se llevó a las niñas a Madrid y confundó la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Recuerdo su lamento porque la Diputación de Agirre no homenajeaba a su marido. Lo hizo después Javier de Andrés, y allí sí acudió la familia, con la policía foral, aunque ninguno de los diputados generales anteriores. Para entonces el Ayuntamiento había colocado en el lugar donde ETA le ametralló una placa. En el suelo y sin comentar nada a la familia, según contaba la propia Ana María.

Ante esa placa el Ayuntamiento le rindió homenaje ayer. Inspirado por la secretaría de paz y sus retratos de la memoria. Sin las hijas. Les parece intolerable que se les trate como víctimas de vulneraciones del derecho a la vida, un eufemismo para no referirse a los asesinatos de ETA, o que equiparen su historia a la de un policía borracho que disparó a una persona en un bar.

Estos son sus argumentos. Me consta que son los de otras víctimas. Merecen, por lo menos, que se les dé una vuelta.