Objetivo: controles antidroga
Los operativos antidroga suponen el 60% de sus actuaciones. Le siguen los rescates de personas desaparecidas o accidentadas. Según la Ertzaintza, se consolida la tendencia a la baja de los últimos años relación con la búsqueda de explosivos
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(ERTZAINTZA)
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Bilbao
Los ertzainas de la Unidad Canina acompañados de sus correspondientes perros intervinieron el pasado año en un total de 166 actuaciones de carácter incidental, es decir, servicios planificados o inmediatos que requieren de la movilización de agentes ante hechos delictivos.
Principalmente, están relacionados con la búsqueda de drogas, explosivos, billetes de curso legal o también para la localización de personas desaparecidas o cadáveres. De la citada cifra, 111 correspondieron a la participación en dispositivos antidroga para el rastreo de sustancias estupefacientes en inmuebles, sobre todo en viviendas, lonjas, establecimientos de hostelería, además de inspecciones en vehículos. Los rescates, normalmente en zonas rurales o de montaña, de personas desaparecidas o accidentadas alcanzaron las 36 actuaciones, lo que supone casi un 22% del total.
El apoyo a los artificieros de la Ertzaintza, una función que históricamente ha ocupado la principal labor de la Unidad Canina, se ha visto reducida de manera considerable el pasado año hasta las 17 intervenciones. Un dato que viene a consolidar un fuerte descenso en comparación con las 136 registradas en el año 2004. El resto de la estadística recoge participaciones en materia de seguridad.
Por territorios, Bizkaia y Gipuzkoa comparten números similares con 67 incidencias cada uno, mientras que en Araba se practicaron 32 actuaciones.
El balance de la actividad de la Unidad se completa con tareas de índole preventiva cómo la cobertura de la seguridad en actos públicos o de edificios oficiales, inspecciones de recintos por eventos deportivos o con una masiva presencia de personas, vigilancias o supervisiones perimetrales de centros policiales, centros penitenciarios, aeropuertos, etc. Este tipo de intervenciones planificadas superan ampliamente el millar, por lo que sumadas a las actuaciones incidentales las cifras anuales de esta Sección oscilan en torno a las 1.400.
Más perros
El pasado año, fueron instruidos ocho nuevos perros, cinco para tareas de rescate y tres para labores de seguridad. De éstos, cuatro procedían de otras áreas de la propia sección canina de la Ertzaintza.
Actualmente, esta Unidad depende de la Jefatura Central de Seguridad Institucional correspondiente a la División de Protección Ciudadana de la Ertzaintza. Está formada por alrededor de 40 ertzainas distribuidos en cuatro áreas operativas: doce guías para explosivos, ocho en drogas, seis para rescates y cuatro en seguridad, más cinco adiestradores/instructores y los responsables de la Unidad. En total se dispone de 37 perros para atender las citadas áreas.
El origen de esta Sección de la Policía Autónoma data del año 1985 cuando se incorporaron cuatro perros para realizar tareas de seguridad en la Academia de Arkaute.
Entrenamiento
Una vez seleccionado un perro, de alrededor de un año de vida, y tras realizar diferentes pruebas al animal fuera de su entorno durante aproximadamente un mes, se inicia el proceso de adiestramiento. Se trata de un curso básico de entre cuatro y seis meses de duración en función de la especialidad: explosivos, drogas, rescates o seguridad.
El método de enseñanza utilizado se basa en la capacidad para el juego y la motivación para asimilar de forma progresiva y continua unas pautas de conducta y reacción. De esta forma, se enseña a los canes a relacionar el logro de un objetivo, es decir, el hallazgo de sustancias estupefacientes, explosivos o una persona desaparecida con la obtención de una recompensa: su juguete o un mordedor.
La Unidad Canina de la Ertzaintza se difiere de otras policías ya que, cada perro se asigna a un guía y es adiestrado en una única área. El agente asume el compromiso de cuidar y atender al perro en su propio domicilio, siendo la convivencia diaria la que genera un fuerte grado de conocimiento entre ambos, que fortalece el trabajo policial.
Una vez finalizada la vida profesional del can, en torno a los 8 o 9 años, éste continúa viviendo en el domicilio del ertzaina o se entrega a una familia de confianza.