Y sin embargo, amigos

Valencia

Tras la obra de arte que cerró anoche la goleada del Valencia en Mestalla, la mirada cómplice y el posterior abrazo entre Paco Alcácer y Álvaro Negredo lo dicen todo. Sobran las palabras. Lejos de enfrentarles, su enconada batalla por la titularidad ha forjado una relación de camaradería que no hace sino fortalecer las entrañas de un vestuario sin brechas aparentes. Granítico, como el sistema defensivo del equipo. 

No es la primera vez que uno de los dos entra o sale del terreno de juego con cara de circunstancias. Cuando no es Paco quien emprende la travesía hacia el banquillo jurando en arameo, Álvaro salta al verde como quien olvida el smartphone en un taxi. Fastidiado es poco. Pero así es el oficio del gol. Sin pase a la red no hay paraíso. Ni sonrisas.

En cualquier caso, ambos han entendido a la perfección que pugnar por la camiseta titular durante la semana de entrenamientos en la fábrica de Paterna no está reñido con arrimar el hombro el día de partido. En una liga de símbolos egoístas, que en ocasiones incluso pasan de celebrar el gol de algún compañero si no tienen el día, nos hemos acostumbrado a la complicidad de Alcácer y Negredo. 

Esa ligazón indisoluble ha podido con todo. Con suplencias y primeras partes equivalentes a una eternidad en el banquillo. Con dimes y diretes. Con mochilas de 32 kilos. Con sequías y negociaciones para renovar interminables. Ahí siguen. Cuidándose en las distancias cortas. Alentándose. Aprendiendo. El maestro del aprendiz y el discípulo del referente. Porque a la sociedad de nueves la alimenta un componente de admiración que es recíproco. 

Paco y Álvaro, termómetro inequívoco de la inmejorable salud de la que goza el vestuario del Valencia. Sin lugar a dudas, uno de los grandes éxitos de Nuno Espirito Santo. Álvaro y Paco. De profesion, el gol. Y sin embargo, amigos. 

Únete al canal de WhatsApp de la SER