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Thierry Ndikumwenayo busca en Getafe su primer título de campeón de España

La temporada pasada no lo logró porque le quedaban dos meses y medio para recibir la nacionalidad

Castelló

“Sí, ya estoy bien”, afirma Thierry Ndikumwenayo cuando el periodista inicia la conversación telefónica interesándose por el tendón de Aquiles que le amargó el último tercio del pasado curso. “Tengo ganas de empezar la temporada en el Nacional de Cross, por eso estoy aquí, para prepararlo bien”. Aquí es Adís Abeba, donde pernocta en un hotel a 2600 metros de altitud, hace las series en pista (“hay una de tartán y otra de tierra”) a 2700 y engulle rodajes a 3100: “Es a lo máximo que llego… y es durísimo”. Lo entiende su entrenador, Pepe Ortuño, consciente de que “el problema en Etiopía es que los tiempos salen más lentos. Pero no me preocupa porque ya no le molesta nada y está metiendo una cantidad de kilómetros importante. No quiero que se pase con los umbrales ni que haga sesiones de una calidad excesiva. El objetivo es el Mundial de Cross (Belgrado, 30 de marzo) y luego estar dos meses acumulando volumen de nuevo para preparar el Europeo y los Juegos Olímpicos (tiene la mínima en 5000 gracias a los 12:55.47 que le otorgaron la octava plaza en la última Diamond League de Mónaco).

Thierry, líder mundial de los 3000 metros en 2022 (7:25.93, séptima marca de siempre entonces, ganando la DL de Mónaco), llegará este domingo a un enclave conocido, Getafe, circuito “duro, con muchas cuestas, en el que estaré peleando como siempre…”. Hace una minúscula pausa antes de rememorar el pasado Nacional de Ortuella, donde no pudo hacerse con el título porque aún le quedaban dos meses y medio para recibir la nacionalidad de un país al que arribó siendo adolescente: “Allí gané a Mechaal en unas condiciones también muy duras, por el barro. Pero bueno, así es el cross y por suerte lo conocemos y sabemos cómo correrlo”.

Sobre sus principales oponentes en el trazado del Cerro de los Ángeles no alberga demasiadas dudas, “Mechaal, Oukhelfen y Oumaiz”, aunque está seguro de que “surgirá alguien más dispuesto a romper la carrera, ya veremos, tendré que estar atento”. En este punto de la charla es imposible evitar una pregunta directa: ¿Te ves favorito? La respuesta es algo menos, pero es: “Tengo muchas ganas de correr y debo confiar en mí”. No oculta que es una buena oportunidad y le hace “mucha ilusión” lograr el primer entorchado de campeón de España tras la plata en los 5000 metros de 2023, donde fue derrotado por Ouasim Oumaiz, “algo que sabía que podía pasar porque llegué a la carrera muy cansado. Bajé de Sierra Nevada a Castellón y al día siguiente viajé a Torrent. Estaba muy bien de forma pero la fatiga me pasó factura”.

Aprendió la lección de aquel revés y, por eso, los días previos al primer envite con dorsal de 2024 ha bajado mucho el castigo con el que suele aleccionar a sus extremidades inferiores: “Es un viaje muy largo hasta Madrid, tengo que descansar lo máximo posible. No voy a pasar de 100 kilómetros esta semana”. El mismo trayecto le aguarda a los pocos días de concluir su misión en Getafe, pues regresará a Etiopía para seguir acondicionando el cuerpo. No pondrá rumbo a casa, Castellón, hasta poco antes del Mundial, aunque el 25 de febrero se enfundará la remera del Playas en la Copa de Europa de Clubes de Campo a Través (Albufeira, Portugal).

La tierra de Haile [Gebrselassie] y Tirunesh [Dibaba] es un lugar que le agrada “desde que empecé a venir en 2017 gracias a mi mánager, Mónica Pont. Nunca estoy solo porque siempre hay algún atleta suyo que también está por aquí”. De entrenar dejando el mar muchos kilómetros más abajo ha aprendido que “es importante comer mayores cantidades cuando estás en altura. El primer año que subí me moría. Me gusta la comida etíope, como mucho injera (una tortita de teff fermentada sin levadura, muy esponjosa, que se usa como acompañamiento de los diferentes platos), pero también pasta, arroz, ensalada… y carne, casi todos los días. Cuando entreno duro me gusta comer mucha carne”.

Pepe Ortuño, que además de a Thierry entrena a Víctor Ruiz y Rodrigue Kwizera (“los tres son muy amigos, se ayudan dentro y fuera de la pista, porque esto no va solo de entrenar”), es un maestro del atletismo en el sentido literal del término. Su antiguo oficio de profesor, cultura extensa y verbo preciso, enriquecen la entrevista más allá de lo plasmado en estas líneas. Con él es fácil saltar de marcas, nombres y campeonatos a películas, escritores o acontecimientos históricos. Es un sabio con siete décadas de aprendizaje a las espaldas, incapaz de bajar la cabeza ante la irracionalidad. Por eso, con dosis similares de indignación y tristeza, relata algunos episodios lamentables que de vez en cuando mitigan la sonrisa de Thierry, exponente de esa España mestiza y rica en matices que algunos se empeñan en resquebrajar: “En un viaje a Soria para entrenar paramos en un bar de carretera en Monreal del Campo, junto al desvío hacia Zaragoza. Primero entré yo y pregunté si se podía comer. El camarero respondió que sí. Entonces vio entrar a Thierry y automáticamente me dijo que con él no. No quise montar un escándalo para no preocupar a Thierry, para que no se enterase de la razón por la cual no nos dejaban sentarnos a la mesa, porque él es un chico muy sensible y estas cosas le afectan bastante… De hecho al poco tiempo se acabó enterando y quedó hecho polvo. A mí me pareció alucinante, en España, en el siglo XXI… y lamentablemente no es la única que te puedo contar”.

Lamentablemente la última me la cuenta el propio atleta. Sucedió hace poco más de un mes: “Iba a casa de Pepe a comer y timbré para entrar, pero justo salía una señora y se negó a dejarme pasar”. “Con esa vecina mía ya le ha pasado tres veces”, apuntala Ortuño para dejar claro de que no se trata de ninguna casualidad, como aquella otra vez que “fue con Víctor a El Corte Inglés. Querían lavar los coches antes de viajar al Cross de Atapuerca. Entraron al aparcamiento, cada uno en su coche, se confundieron de planta y acabaron en el sótano. Allí, Víctor le dijo a Thierry que fuese cambiando todas las cosas al maletero del coche con el que iban a ir a Burgos y mientras él preguntaría cómo podían subir a la planta en la que estaba el lavadero. Se alejó, y en ese rato las cámaras de seguridad vieron a Thierry moviendo bultos de un maletero a otro. Vino el jefe de seguridad y le hizo abrir los maleteros de malas formas. Víctor me lo contó muy jodido, diciéndome que daban asco, que le habían tratado como un delincuente, que si hubiese sido al revés… Llamé al director del centro para quejarme, por supuesto. España no es un país racista pero viven en él muchísimos racistas. Mira lo que ha pasado con Tariku Novales cuando batió el récord de maratón, gente diciendo que no era español: ¡Cómo no va a ser español si llegó a Galicia siendo un crío! Él y Thierry se han formado deportivamente en España y han hecho y van a hacer por España mucho más que la mayoría de los que les han tratado mal”.

Thierry se consuela de estos episodios lamentables abrazando la certeza de que la “gente del atletismo me quiere mucho, las personas que están cerca de mí son muy buena gente y España es mi casa”. Y remata con una frase cuajada de amor: “Pepe, además de mi entrenador, es mi padre. Me ha ayudado en todo, además de hacerme mejor como corredor es una de las personas más importantes de mi vida”.

 
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