Toponimia satírica en Valencia
La sátira y socarronería típica que el pueblo valenciano muestra con motivo de festividades como la de los Santos Inocentes, también tuvo su reflejo en el nomenclátor de la ciudad.
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Luis Fernández nos pasea por las antiguas calles de broma
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Valencia
El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, es en Valencia sinónimo de broma y algazara típica de un pueblo amante de la sorna y la sátira que no pierde ocasión para celebrarla en cualquier época del año. No en vano, algunos de los festejos más populares de este día se conmemoran en poblaciones valencianas como Els Enfarinats de Ibi o el Día de los Locos de Jalance.
En Valencia capital, hasta no hace mucho proliferaban las tiendas de bromas, como la mítica de la calle Moratín esquina con portal de San Jorge, que estos días de navidad hacían su particular agosto. Pero de estos comercios tan singulares ya no queda ni rastro, víctimas del mainstream que todo lo somete y lo regulariza, diluidos junto a parte de esa forma tan particular que hemos tenido para la chanza por estas latitudes.
Incluso en su momento, esta idiosincrasia tuvo reflejo, como no, en el nomenclátor de calles de la ciudad. Como ya hemos comentado muchas veces en este rincón de la onomástica urbana, los nombres de las calles de Valencia antes del siglo XIX tenían un origen popular y eran validados por el uso y la costumbre. Y entre todo aquel corpus toponímico formado por nombres de oficios, gremios y órdenes religiosas, destacaba un conjunto de denominaciones singulares, socarronas e irónicas, que eran sin duda las que mejor nos definían como pueblo. Así podíamos encontrar en el callejero apodos y nombres curiosos como:
Palpacuixes, un callizo sin salida situado cerca de la universidad, sin puerta a casa alguna, tan angosto, cuatro palmos de ancho, que para pasar habría que llevar los brazos caídos y las manos tan bajas que iban pegadas a los muslos.
La Muda, actual calle del poeta Llombart, un nombre muy arraigado y repetido desde el siglo XVII y repetido en dos calles de la ciudad. Podría tratarse de una mujer muda, en aquellos tiempos rara y monstruosa, o irónicamente de una chafardera.
Cagalabraga, es la actual calle del Mesón de Morella. Según cuenta Orellana, en ella vivía un sastre con muy buen humor y a cualquiera que pasaba le decía: “Adios, so fulano, cagalabraga” y tal apodo se hizo tan famoso que al final acabó por dar nombre a la calle.
Malcuinat, actual calle Viana. Ser un malcuinat era sinónimo de gente sospechosa y mala.
Llonganisa, estaba situada cerca del Ayuntamiento, y debió tomar ese nombre por tener la calle forma de longaniza y hacer una curva, teniendo salida y entrada por la misma calle.
Forn de les Rates, en la actual plaza del Patriarca. Les rates era un apelativo bastante común cuando existía alguna acequia cercana.
Desquarterats, calle que se encontraba junto a la actual plaza del Ayuntamiento donde pelaban y descuartizaban a las caballerías muertas.
Moscas, actual plaza de Mossen Milà. Al encontrarse allí las carnicerías del Palau la plaza estaba llena de moscas.
Estornut, actual calle de Micer Tarazona. No existe una versión fehaciente de porque se denominó así, aunque existen varias leyendas que la vinculan a épocas de enfermedades donde estornudar era síntoma de enfermedad o incluso al posible estornudo de los operarios que ponían los rótulos de las calles.
Estas denominaciones, ejemplos de aquellos nombres impuestos por el pueblo y que mejor definían la idiosincrasia de los valencianos, su inventiva y socarronería, fueron consideradas vulgares, ridículas y malsonantes por los políticos e ilustrados del siglo XIX, y por tanto borradas del nomenclátor.