La editorial del lunes: El espíritu de John Bertrand y el Australia II
Pese a la delicada situación de algunos equipos de la comarca, la historia del deporte nos demuestra que las malas rachas siempre tienen un final
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La editorial del lunes: El espíritu de John Bertrand y el Australia II
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Benidorm
El 26 de septiembre de 1983 las aguas de la Bahía de Newport, en el estado de Rohde Island, asistió, ante la atónita e incrédula mirada de los hasta ese día arrogantes, estirados y confiados miembros del New York Yacht Club, al final de la racha victoriosa más larga que jamás se había visto en el deporte mundial. Aquel día, el Australia II, representante del Perth Yacht Club australiano, acabó con 132 años de dominio de los americanos en la Amercia’s Cup y se llevaba la Jarra de las Cien Guineas fuera del territorio americano por vez primera.
Dennis Conner, patrón del Liberty americano, llegaba a la vigésimo quinta edición de la America’s Cup envuelto en el aura de héroe nacional que sólo los estadounidenses saben darle a sus grandes figuras deportivas. A falta de una verdadera familia real, son los deportistas los que allí muchas veces ocupan un trono inexistente del que, como era costumbre en esta antigua Europa nuestra hasta hace bien poquito, muchas veces son desalojados guillotina mediante, aunque en caso de Conner, al contrario que el de María Antonieta y su Luis XVI, esta sólo fuera la mediática.
Conner, decía, se presentó al mando del Liberty después de haber ganado las ediciones de 1974 y 1980. Entre medias, en Montreal 1976, se había colgado la medalla de bronce olímpico en la clase Tempest. Sobre sus hombros recaía el peso de una organización pasada de moda, elitista, snob y con un fuerte olor a naftalina como ese New York Yacht Club que, como defensor, tenía el derecho de establecer las normas de diseño de los barcos de la nueva edición.
Los australianos fueron más listos. Se pusieron en manos de un excéntrico diseñador, Ben Lexcen, que no sólo supo leer el reglamento diseñado por los americanos, sino que también supo encontrar lo que no se había escrito. Las lagunas que le permitieron diseñar una quilla revolucionaria que, por mucho que los americanos trataron de prohibir posteriormente, hubo de ser admitida en uno de los episodios más apasionantes y, a la vez, bochornosos de la historia del deporte.
Pero las cosas, aunque finalmente salieron bien, no comenzaron de forma tan brillante. En aquella final, los americanos tomaron la delantera colocando un preocupante 2-0 tras las dos primeras regatas en las que el Australia II sufrió importantes averías cuando lideraba cómodamente ambas mangas.
La tercera cayó del lado australiano mientras que en la cuarta el Liberty volvió a poner distancia de por medio colocando un 3-1 que le dejaba a una sola victoria del retener, una vez más, la Jarra de las Cien Guineas. Un 3-1, por cierto, que nunca había sido remontado por nadie en toda la historia de la America’s Cup.
Pero siempre hay una primera vez para todo. John Bertrand, patrón del desafío australiano, reunió a su tripulación y les enseñó un vídeo en el que pudieron comprobar como aquello se había convertido en una cuestión de estado en su país natal. El asunto funcionó y el Australia II acabó ganando aquella America’s Cup por 4-3.
Les cuento todo esto porque casi dos meses después de que comenzáramos la nueva temporada de SER Deportivos Marina Baixa y con la mayoría de los equipos de la comarca ya en plena competición, podemos encontrar ejemplos de las dos historias descritas en aquella edición de la America’s Cup.
Aquellos a los que este inicio les ha sentado muy bien, como los dos Servigroup, el de baloncesto y el de voleibol, como les ocurrió a Dennis Conner y a los suyos. Otros, sin embargo, que lo ven ahora todo negro, como La Nucía o el Club de Rugby La Vila, que transitan por ese complicado momento que también tuvieron que superar los tripulantes del Australia II.
Pero la temporada deportiva es larga y si de algo debe servir el ejemplo de aquella ya lejana America’s Cup es para que aquellos que ahora lo ven todo del color de rosa recuerden que en toda singladura, da igual el ámbito de la vida del que hablemos, siempre hay un iceberg esperando a proa y que la verdadera prueba de fuego está en saber evitarlo a tiempo y no estamparse de lleno contra él como el Titanic.
Y, por supuesto, para aquellos que ahora están en el pozo, la inspiradora historia de aquellos australianos locos a bordo de su Australia II debe servir como recuerdo imborrable de que no hay racha, por muchos 132 años que dure, que no se termine y que para superar lo que parece imposible basta con poner en el empeño trabajo, tesón y, sobre todo, confianza.
Esto, aunque ahora llevemos casi dos meses de competición en algunos casos y sólo unos días en otros, acaba de empezar y todo, lo bueno y lo malo, puede cambiar radicalmente en el próximo role de viento. Y si no, que se lo pregunten a Dennis Conner y a John Bertrand.