Ni contigo, ni sin ti, enganchados a las relaciones tóxicas
Blanca Vergara, psicóloga, explica qué son las relaciones de pareja consideradas tóxicas, cómo se detectan y qué hay detrás de ellas
Enganchados 1x4: Ni contingo, ni sin ti, enganchados a las relaciones tóxicas.
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Fuenlabrada
Todo lo que tiene que ver con una relación tóxica es aquello que nos hace sentir mal dentro del espacio de la pareja. Así define Blanca Vergara, psicóloga de la Casa de la Mujer de Fuenlabrada, las relaciones tóxicas en la pareja, un espacio donde ambas partes deben encontrarse cómodas, cuidadas, acogidas, “tiene que ser como ‘la casa’, donde hay unos límites que tienen que ver con el respeto, con dar espacio al otro…”, dice. En una pareja tóxica todo esto se rompe y la relación se hace tortuosa, complicada e insatisfactoria para las dos partes, y en algunos casos, puede llegar a la violencia de género.
Vergara recuerda que las “toxicidades” en una relación no aparecen de un día para otro, a veces incluso, no son muy evidentes pero existen. Por lo general las personas que generan esa toxicidad vienen “con una mochila de vida” que les hace posicionarse sobre lo que necesita de la pareja, a veces, “no es una malignidad”, sino son necesidades que no tiene cubiertas y quiere hacerlo con la pareja. “Por ejemplo, la persona viene con carencias de atención y necesita que su pareja la preste una continua atención y si no vienen reproches como “es que no me quieres”. Además, la persona que recibe el reproche viene con su propia mochila y a esto reacciona de una forma de otra, puede tener culpabilidad y sentir que le debe hacer más caso”. En ocasiones, cuenta la psicóloga, la toxicidad de pareja puede venir de las dos partes, dependiendo de la experiencia de cada uno en la infancia, la juventud o siendo adultos.
Se reconoce una relación de este tipo con situaciones como cuando uno de los miembros de la pareja culpabiliza constantemente a la otra parte, sin haber autocrítica. Frases como “tú me enfadas”, son un ejemplo, y a veces, esta actitud es la antesala de un posible maltrato, recuerda la psicóloga. También es frecuente ver continuos chantajes emocionales. “Estoy enfadado y me callo, lo que lleva a la otra parte a desesperarse por mi silencio y acabar preguntando: “Pero ¿he hecho algo?” y la respuesta: ‘Tú sabrás”, marcando una sensación de culpabilidad en el otro”. En otros casos es un requerimiento continuo de atención, sin tener en cuenta que la otra parte también necesita tiempo para sus cosas.
Estas relaciones suelen ir acompañadas de discusiones subidas de tono, a veces, con insultos o vejaciones. También ocurre que tienen cierta intermitencia, es decir, dejan la relación y al poco tiempo vuelven y repiten ese patrón en el tiempo.
El mundo de los afectos
Vergara destaca que a la hora de analizar estas situaciones hay que tener en cuenta que el mundo de los afectos es totalmente diferente según la persona. “Lo que para mi es un afecto positivo, para otros puede ser negativo”. El primer espacio donde entendemos los afectos es el familiar, donde vemos a nuestros padres o cuidadores y empezamos a entender qué es lo normal, aunque es una opinión que puede ir evolucionando con el tiempo. “Si yo vengo de una familia donde se han dado situaciones insanas, no quiere decir que lo vaya a repetir, pero si tengo más factores que me pueden predisponer a repetir esos patrones que he visto como normal”. Así, aunque la familia es el primer patrón para nuestros comportamientos, con el tiempo nos vamos rodeamos de iguales y de ellos tomamos otros modelos.
También ocurre, lo contario, cuando hemos visto en nuestros padres, por ejemplo, situaciones de chantaje emocional u otras que reconocemos como inapropiadas, al tener nuestra propia relación podemos tener claro que no queremos repetir lo vivido en casa.
Lo primero es tener conciencia de que nuestra relación no es sana. Lo más importante es que cuando me doy cuenta de que estoy en un espacio donde no me encuentro bien tratada o tratado, tengo que salir de ahí. No hablamos de violencia de género, sino de relaciones no satisfactorias.
Hay que tener claro que lo sano es tener diferencia de opiniones y que se produzcan discusiones, el problema es ver cuándo hay algo que no funciona, cuando una de las partes no se siente reconocida, cuidada, valorada…, entonces hay que ver cómo solucionarlo. “Eso es lo sano. A mi me preocupan más esas parejas que dicen que nunca discuten. Si eso ocurre es porque una de las dos partes ha dejado su deseo y su querencia a la otra persona, lo sano es diferenciación de opiniones y llegar a acuerdos, siempre con respeto al otro”.
Con una relación tóxica hay que acudir a un terapeuta de pareja, un profesional que nos hará “abrir la mochila que lleva la persona y que nos pueda ayudar a entender que pasa. “Hay que trabajar en una buena autoestima, tener claro que tenemos que tener nuestros propios espacios, nunca dejarnos insultar, ni mucho menos agredir, y si me siento culpable tengo que ver por qué, si me lo está irradiando el otro o es algo que tengo yo de mi pasado”, concluye Vergara.