La histórica fascinación por la muerte

Sea cual sea la creencia de cada individuo, ya se sea religioso o no, la muerte es una de esas etapas de la vida que nos hace reflexionar. A muchos, a casi todos, les llega sin previo aviso, en la mayoría de los casos por un accidente imprevisto. Pero otros, los que sufren alguna enfermedad irreversible, son capaces de sentirla y verla acercarse poco a poco. Esta angustia vital ha marcado la historia del ser humano desde que tenemos conciencia de nosotros mismos. La Semana Santa, como decía más arriba, nos acerca a la muerte de Jesús en la cruz, el chim-pún de un relato casi mitológico en el que el héroe se entrega a su destino.

Las danzas de la muerte

En realidad, la muerte nos explica que no somos nada. En la Edad Media en donde no solamente la peste hizo estragos, sino que cualquier enfermedad se llevaba por delante a miles de personas, hizo reflexionar de una forma especial sobre este momento tan humano de nuestra vida. Es paradójico, pero para morir primero tienes que estar vivo. Y eso siempre lo hemos tenido muy presente. Las danzas de la muerte eran unas representaciones que se hacían en la Edad Media especialmente durante las épocas de plagas o pestes. En ellas se veía bailar a esqueletos junto a campesino, obispos, reyes o príncipes. El mensaje que se quería transmitir era la idea de que da igual el dinero que tengas o la clase social a la que pertenezcas. Al final la parca viene y te lleva por delante. Ahí nace la idea de que hay que disfrutar de la vida, pero al mismo tiempo se hacen populares las representaciones de vanitas en las que se llama la atención para deshacerse de todo lo mundano y prescindible, ya que en el último momento no te vas a poder llevar nada ni nada de eso te va a permitir seguir vivo. Aunque quizá nos equivoquemos. Los antiguos egipcios sí se llevaban esas cosas mundanas y han conseguido la eternidad… ya que seguimos hablando de ellos.