“Las trincheras de la Primera Guerra Mundial eran el infierno absoluto. Muchos soldados sobrevivieron pero destrozados mentalmente”, nos cuenta el historiador Ismael López
Su último libro recoge testimonios de los protagonistas para explicar cómo fue la evolución de ‘La Guerra de trincheras’ entre 1914 y 1918
Entrevistamos al historiador Ismael López por el libro ‘La Guerra de las trincheras. El frente occidental en la Primera Guerra Mundial (1914-1918)
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Fuenlabrada
El libro ‘La Guerra de las trincheras. El frente occidental en la Primera Guerra Mundial (1914-1918)’ (ed. Ático de los libros, 2024) del historiador Ismael López es, en palabras del autor, una manera de “brindar al lector en español una visión del frente occidental que no se había hecho en nuestro idioma”.
Así, casi a modo de diario y con los testimonios de los propios testigos y protagonistas, se consigue una inmersión en la dureza de esa guerra, sin abandonar la divulgación y la investigación histórica.
“El libro te da la perspectiva de cómo evoluciona el conflicto, del principio hasta el final”, resume.
“La Primera Guerra Mundial es el punto y aparte entre las tradiciones decimonónicas y la guerra modera o guerra total”, ha explicado.
Si hay una imagen paradigmática de ese conflicto son las trincheras. “Habían existido a lo largo de la historia, como con los Tercios españoles en Flandes, pero es en la Primera Guerra Mundial cuando se convierten en un medio para la defensa y ocupación del territorio”, nos ha explicado el autor en ‘Hoy por Hoy Madrid Sur’. “Desde principios de agosto de 1914, en Alsacia y Lorena los ejércitos franceses se defienden así de la invasión alemana, pero también las excavan los alemanes para evitar la contraofensiva”, define.
El Marne, Verdún, el Somme … se convirtieron en puntos clave de una gran línea defensiva de 700 kilómetros en línea recta en la que participaron millones de hombres.
“Al principio no eran más que un agujero de conejo excavado con las manos o las bayonetas; cuando tenemos ya esas trincheras de las películas, siguen cubiertas de lodo, agua, alimañas, cadáveres… y un gran olor a muerte. Era, según los diarios, un infierno absoluto”, ha descrito.
Un aspecto destacado de esta publicación es el seguimiento de las consecuencias para los soldados. “Muchos sobrevivieron destrozados mentalmente. En los años 60 hay aún veteranos ingresados en centros psiquiátricos. Nadie está preparado para eso”, concluyó.