¿Cuál es la historia de los Reyes Magos? Un repaso por la vida de los mensajeros de la ilusión

Comunidad de Madrid

La Noche de Reyes está al caer. Y, con ella, también lo está la ilusión de los niños (y no tan niños), precisamente por el reparto de regalos que los Reyes Magos llevan a cabo por el mundo. Sin embargo, esta tarea, aunque bella, resulta agotadora y, a veces, complicada, lo que suele llevarles a necesitar la ayuda de otros compañeros igual de mágicos.

Si nos centramos en Melchor, Gaspar y Baltasar, su historia no es desconocida, aunque hay detalles que puede resultar curiosos si uno ahonda en ella. Para hablar de ella, es necesario acudir a la Biblia, porque, si de algo pueden presumir, es de formar parte de la historia del nacimiento del Niño Jesús, al menos, según el Evangelio de San Mateo. Pero, en él, no se menciona ningún nombre ni título, sino sólo a unos “magos” procedentes de Oriente, guiados por una estrella para adorar al pequeño, y co protagonistas del lado más digno de un culebrón del que se compone el inicio de la historia que, más adelante, se convertiría en la raíz del cristianismo; y es que no sólo fueron ellos los informados sobre la Buena Nueva, sino también Herodes, rey de Judea, quien les mandó llamar para poder interrogarles, haciéndoles prometer que, una vez encontrasen, al niño, se lo comunicarían para que pudiera adorarlo él también.

Según la historia, al salir del palacio, estos magos terminaron encontrando al niño en un establo en Belén, junto a María y José. Pero, lejos de cumplir la promesa que le hicieron a Herodes, dieron al recién nacido tres ofrendas: oro (un regalo de reyes), incienso (ofrenda de dioses) y mirra (símbolo de futuros padecimientos). Después de eso, un ángel les advirtió de que no volvieran al palacio de Herodes, ya que, lo que quería realmente este rey, era acabar con la vida del niño. Sin embargo, aunque esta sea la parte más conocida, se pueden encontrar algunos detalles más si uno recurro e los evangelios apócrifos, en donde el término "mago" se interpretaba como un sinónimo de “astrólogo”. Además, el hecho de que fueran tres se vincula tanto a la Santísima Trinidad como al número de regalos que estos personajes llevaron al niño Jesús. Aunque las figuras que conocemos hoy en día, no son exactamente esas; en realidad, esa imagen se originó en una tradición medieval que los bautizó con sus nombres y que, por ejemplo, se apoya en el “Auto de los Reyes Magos”, obra fundamental en la historia de la literatura española al ser el texto teatral más antiguo que se conserva en lengua castellana. En ella, aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar, pero no son definidos como reyes, sino como astrólogos. Aunque también nos podemos ir al mosaico de la basílica de San Apolinar el Nuevo, en donde los nombres aparecieron por primera vez.

Por otro lado, se puede encontrar otra faceta de este trío como sanador y protector contra la epilepsia, según un manuscrito del siglo XIII. En algunos puntos de Europa, el día 6 de enero se inscribían sus iniciales en todas las puertas de las casas y en los establos para salvaguardar a las personas y a los animales contra el ataque de demonios y brujas. Y esa adoración alcanzaría su máximo exponente en el Renacimiento.

En la actualidad, la festividad de los Reyes Magos viene cargada de tradiciones como la de la Cabalgata del día 5 de enero, o dejar los zapatos de cada miembro de la familia a la vista para que Sus Majestades depositen dulces en su interior.

Pasando a otros territorios, podemos encontrar otros compañeros de oficio. Una de los más cercanos es la Bruja Befana (en cuya historia, estos señores tuvieron un importante cameo). Esta bruja vuela en escoba y entra por las chimeneas, también el 5 de enero. La leyenda cuenta que esta mujer rechazó la invitación de los Reyes Magos a encontrar el camino hacia Belén, pero, poco después, se arrepintió, así que cargó una canasta con dulces y confituras y salió a buscarlos. Lamentablemente, no logró encontrarles, así que decidió parar en cada casa que encontraba, dejando presentes a los niños que hubiera allí, por si daba la casualidad de que alguno fuera ese tal Jesús y terminando por convertirse esa acción en costumbre.

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