El Convento de las Carboneras, de los dulces tradicionales al origen de la leyenda

Madrid

El Convento de las Carboneras está en la calle de Puñonrostro, dos de los nombres más extraños de la ciudad. Puñonrostro fue un conde a quien Carlos I le dio el título por estar de su lado y no unirse a los comuneros. A este tema tendremos que dedicar una sección en el programa, pero eso será más adelante.

El nombre, curioso donde los haya viene, según la leyenda, de la marca que le dejó un mendigo a uno de los primeros condes de Riomilanos y Riofrío cuando le pilló robando grano de sus posesiones. Al parecer el mendigo se revolvió y le soltó tal mamporro en el rostro que le dejó una roseta marcada, de lo que tomó el nombre.

Un espacio para los conventos

Una vez asentada la corte en Madrid, la ciudad empezó a llenarse de conventos. Pero por desgracia no quedan muchos de aquella época. El de las Carboneras es una fundación realizada por Beatriz Ramírez de Mendoza (1556-1626), que fue den su juventud dama de Ana de Austria, esposa de Felipe II y que después de ir ascendiendo y creciendo en la corte llegó a ser condesa del Castellar y señora de Rivas, que no era mucho, pero lo suficiente como para hacer en 1605 esta fundación conventual y colocar a su hija como primera madre abadesa. Luego la propia Beatriz ingresaría una vez enviudó, cosas de la época cuando no había internet y la vida social podía ser anodina y superficial.

Entre las joyas con que cuenta este extraordinario convento está el retablo del altar mayor, obra de Antón de Morales, en cuyo centro hay una pintura de la Última Cena de otro artista italiano reconocido, Vicente Carducho.