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La maestra zamorana que se dejó la piel en Madrid

La enésima marcha en defensa por una calle para Justa Freire vuelve a reivindicar su personalidad bondadosa y su abnegación por la infancia

Justa Freire: mujer discreta, maestra abnegada

Justa Freire: mujer discreta, maestra abnegada

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Madrid

El nombre de Justa Freire está sufriendo por lo que ella siempre quiso combatir: la ignorancia. Todos aquellos que la critican 'por ser una roja radical' o dibujan una diana sobre su cara en el mural del Barrio de Las Águilas es porque no tienen la menor idea de quien era esta maestra y a qué se dedicó toda la vida. Sirvan estas cortas líneas para dar conocer algo más sobre ella.

La catedrática de Historia de la Educación por la Universidad de Alcalá, María del Mar del Pozo, suele decir que para ella, Justa Freire fue durante tiempo 'una nota a pie de página' porque el importante era su director, el famoso pedagogo Ángel Llorca vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Pero lo que son las cosas, a esta investigadora nata, le picó la curiosidad cuando le dijeron que se conservaba todo su archivo. "En 2008 me invitaron a dar una charla en el colegio del que ella fue directora. También acudió su hija adoptiva, Cuca Cabello. Al oírme se emocionó mucho. Un día me invitó a merendar a su casa, cerca de la M-30, y me empezó a contar historias. Eso despertó mi curiosidad. Enseguida le hice una entrevista, la grabé en vídeo y todo ello me llevó a investigar, porque había que documentar también su paso por la cárcel. Así empecé" cuenta María del Mar, casi de forma tan humilde como lo hubiera hecho Justa Freire. Tal para cual.

Justa Freire nació en una pequeña localidad de Zamora llamada Moraleja del Vino en 1896. En Zamora, fue maestra y cuando los cañones de la Primera Guerra Mundial disparaban bombas por el Norte de Europa, hizo sus maletas y apareció -seguramente- en una pensión de Madrid. Apenas tenía veinte años. No vamos a glosar aquí su vida. Ya lo hizo en su momento nuestra catedrática. Sólo queremos apenas esbozar una briznas que expliquen la magnitud de la experiencia de esta mujer que llegó a ser directora del Grupo Escolar Alfredo Calderón, hoy CEIP Padre Poveda. En 1933 cuando fue nombrada directora, entre los docentes había hombres y mujeres y para esa época dar órdenes al sexo fuerte, siendo el débil era bastante peculiar.

José María Cabello con el retrato de Justa Freire / Myriam Soto

Una de las curiosidades que estableció Freire en su colegio era el saludo matinal: "Pasados cinco o seis minutos, la dirección y otro compañero cualquiera, turnando todos, dirá unas palabras de actualidad o recitará una poesía, o hablará del comportamiento de los niños de su clase". Este era un de los sellos de identidad de la escuela. A los niños y a las niñas se les daba la bienvenida al centro. Y al tiempo trató de que todo consonara al unísono para que nada desentonara. Intentó asimismo la coeducación : "es decir que los niños y las niñas se educaran juntos, pero no solamente en párvulos, donde era más normal, sino en las clases posteriores. Pero no logró llegar hasta los ocho años, porque a los madrileños no les gustaba y consideraban que a las niñas había que enseñarles las labores propias de su sexo" .

La casa donde residió Justa Freire

La casa de Justa Freire está cerca de la Avenida de Alfonso XIII. Es un hotelito vistoso de color amarillo y de tejas rojas. En su interior el tiempo no ha pasado. La escalera que lleva al segundo piso permanece intacta, la barandilla floreada, y sobre todo el (verdadero) suelo hidráulico nos transporta a otra época. Nos recibe José María Cabello, el sobrino de Carmen, la hija adoptiva de Justa Freire ( que no tuvo hijos naturales). "Esta casa se la construyó Tuta, (Justa Freire), a mis padres cuando se casaron. Ahora está en muy malas condiciones". José María nos pasea por la casa, que es un auténtico museo. Lo único que no está, es la mayor parte del archivo de la maestra, que Carmen Cabello, donó a la Fundación Ángel Llorca. Subimos hasta la habitación donde ella murió víctima del cáncer. "Le pidió a mi abuela cambiarse de habitación porque desde su ventana podía atisbar el colegio al que dedicó su vida, y le producía demasiada nostalgia." Y es que después de la guerra, el 24 de mayo de 1939, entró en la prisión de Ventas. Dos profesores de su centro la denunciaron. Dijeron a la policía que Freire cantaba canciones rusas a los niños y se despedía de ellos con el puño en alto. Cumplió dos años, de una condena de seis. "Fue feliz en la cárcel, porque pudo enseñar a las presas y devolverles la dignidad" nos cuenta la catedrática. "Era tan amorosa, que no entendería lo que está ocurriendo ahora" añade José María.

Myriam Soto

Myriam Soto

Redactora de Radio Madrid

 
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