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Ed Gein, ‘el carnicero de Plainfield’, que hacía objetos con la piel de sus víctimas

Su figura inspiró a Hitchcock y la película de ‘El Silencio de los corderos’

Crónica en negro 1x6: Ed Gein, ‘el carnicero de Plainfield’, que hacia objetos con la piel de sus víctimas

Crónica en negro 1x6: Ed Gein, ‘el carnicero de Plainfield’, que hacia objetos con la piel de sus víctimas

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Valdemoro

La historia de Ed Gein es de las más macabras y perturbadoras que ha habido en EEUU en cuanto al crimen en serie, según asegura Alberto Albacete, profesor de Criminología en la URJC, Jefe de Policía Local de Valdemoro y autor de la serie de artículos ‘Mala mente’. Su historia, tan truculenta, inspiró películas como ‘El silencio de los corderos’ o la famosa ‘Psicosis’ de Alfred Hitchcock.

Gein tenía una gran fascinación por los cadáveres y durante mucho tiempo se dedicó a profanar tumbas, cogiendo los restos humanos, que trasladaba a su casa, donde “hacía cosas realmente tremendas con ellos”, como crear objetos y utensilios, tales como cuencos con cráneos humanos. “Las tumbas que profanaban eran mujeres de mediana edad, se especula que podrían recordarle a su madre, con la que tenía una relación de amor/odio”. La odiaba por la represión que sufrió en su infancia, pero sin ella no era nada, por eso cuando la Policía entró en su casa encontraron el cadáver de la madre en la cama. Fue a partir de 1947 cuando empezó a matar, aunque fueron las muertes de Mary Hogan y Bernice Worden las que finalmente le descubrieron.

Infancia bajo el poder de su madre

Como ocurre en la mayoría de los asesinos en serie, la infancia es definitiva para su personalidad o la aparición de enfermedades mentales. En el caso de Gein también fue así. Edward Gein nació el 27 de agosto de 1906 en el condado de La Crosse en el estado de Wisconsin (EEUU). Con siete años, la familia se trasladó a la ciudad de Plainfield a un pequeño rancho aislado.

Allí vivió una infancia muy dura, con un padre alcohólico y maltratador y una madre absorbente, llena de un gran fanatismo religioso que trasladaba a sus dos hijos. Así empezó una relación de dependencia insana con su madre, quien siempre le ponía la estricta vara moral en su comportamiento. Fue la que le aisló de otros niños, de forma que no tenía contacto con ninguno, salvo con su hermano. Una situación, que según los psiquiatras se convirtió en el perfecto caldo de cultivo para una enfermedad psiquiátrica.

En esa época, según Albacete, ya se vio que era un niño que tenía un especial disfrute con la matanza de los cerdos, se recreaba con los cuchillos, la sangre… El padre falleció y los dos hijos se quedaron bajo la custodia de la madre, hasta que un día hubo un incendio en la granja y apareció muerto su hermano. En principio parecía un incendio casual, teniendo en cuenta que “era la década de los 50 y las técnicas de investigación eran otras”, pero finalmente se comprobó que el hermano tenía un golpe en la cabeza y había muerto asfixiado. Se cree que pudo ser su primera víctima.

Los asesinatos

Cuando la madre fallece, Gein se queda aislado del resto del mundo y sin referentes. En esa soledad y en su esquizofrenia, empieza a perder el contacto con la realidad, comienza a escuchar voces y éstas toman el control de su vida, dice Albacete. Fueron las muertes de la propietaria de un bar del pueblo, Mary Hogan, y de la gerente de una ferretería, Bernice Worden, las que llevaron finalmente hasta Ed Gein.

Según cuenta Albacete, poco antes del asesinato de Worden fue a comprar a su tienda y gracias a que la víctima apuntó en su cuaderno de cuentas el nombre de Gein como último cliente, la Policía pudo descubrirle. Fue en la propia ferretería donde la disparó con su escopeta para después trasladar el cuerpo al sótano de su granja, donde hizo el mismo ritual que con Hogan. Los agentes acudieron a su casa y viero la “granja de los horrores”. Allí encontraron montañas de basura, excrementos, cadáveres colgando, cuencos hechos con cráneos, sillas con restos de piel humana y el cadáver de la madre en la habitación, según Albacete.

Aunque reconoció el asesinato de las dos mujeres, siempre negó haber practicado el canibalismo. Sobre el resto de cadáveres que hallaron en el sótano, Gein afirmó que los había conseguido profanando sus tumbas y siempre negó haber practicado sexo con ellos.

Diagnosticado de esquizofrenia, asistió impasible comiendo chicle a su sentencia que le recluyó en el psiquiátrico del Estado. Los vecinos de Plainfield, indignados con la resolución final del caso y por todo lo que ocurrió en esa granja acabaron por quemarla.

 
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