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Recuerdos de una pandemia: “En Urgencias, saturadas, había un silencio sepulcral y, a veces, aplaudían al médico al pasar”

En el tercer aniversario del confinamiento, Esther Álvarez, Jefa de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, recuerda los momentos más difíciles y la consecuencias de esa etapa en el presente sanitario

Entrevista a Esther Álvarez, Jefa de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, con motivo del tercer aniversario del inicio de confinamiento por COVID.

Entrevista a Esther Álvarez, Jefa de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés, con motivo del tercer aniversario del inicio de confinamiento por COVID.

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Leganés

Se cumplen tres años del comienzo del confinamiento de todo el país por la pandemia. Ese 14 de marzo de 2020 a todos nos cambió la vida de una forma u otra, y en especial, a uno de los colectivos que estuvo luchando en primera línea contra una enfermedad, entonces, totalmente desconocida: los sanitarios. Sin equipos de protección, sin mascarillas, con los hospitales desbordados, las horas de servicio sin dormir, la impotencia, los meses de marzo y abril de ese año fueron dramáticos.

Por eso, no es de extrañar que Esther Álvarez, Jefa de Urgencias Generales del hospital Severo Ochoa de Leganés asegure que todos esos momentos, los han “guardado en un pequeño lugar” de su cerebro “para no tener presentes esas emociones que fueron muy duras”. Su hospital fue uno de los que en la Comunidad de Madrid peores momentos vivió.

“Fue un boom de pacientes. En marzo todavía no estaba el hospital del IFEMA, y era una avalancha de pacientes difícil de asumir”, recuerda en una entrevista en SER Madrid Sur. Si en un inicio de jornada normal en las Urgencias hay unos 50 pacientes, entonces se encontraban con 400. “El problema fue el aumento exponencial de pacientes que se produjo en pocos días por la gran cantidad de contagios”.

Mortalidad de un 10,8% entre marzo y mediados de mayo

La mortalidad entre pacientes infectados de Covid-19 atendidos en el Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés fue del 10,8% entre los meses de marzo y mediados de mayo de 2020. Eso son los datos que el gerente del centro, Domingo del Cacho, facilitó en mayo de ese año a los profesionales, en una carta a la que tuvo acceso Cadena SER Madrid Sur. El gerente reconocía que Leganés era la localidad con “mayor incidencia de la región”. En ese intervalo de tiempo se atendieron “más de 3.500 pacientes, con 1.800 ingresos”. 

De esos días desbordados de trabajo, con horas de sueño, miedo, pero de mucha solidaridad de compañeros de otras especialidades del hospital que acudían a ella para decirle que estaban ahí para echarle una mano, de todo eso, una de las cosas que más le impactó fue el silencio que había en Urgencias. No había conversaciones de familiares con pacientes, ni con enfermeras… “Es muy duro el silencio de Urgencias esos días, teníamos muchísimos pacientes y había un silencio sepulcral”, cuenta. Los pacientes estaban en pasillos, en camillas, en sillas y cuando pasaban los médicos les aplaudían. Entonces cualquier gesto de cariño era muy agradecido por el paciente y el familiar, coger una mano, un consuelo… Los pacientes en los pasillos, a veces en sillas esperando, “no había sitio y al pasar te aplaudían, fue muy emocionante”, dice emocionada, tirando de ese recuerdo guardado en su memoria.

Álvarez destaca también como toda la población de Leganés se volcó en el hospital que estaba saturado haciendo lo que podía. Hubo particulares y empresas ‘recicladas’ en pandemia que hicieron EPIS caseros, mascarillas y hasta les llevaban bocadillos. “Recuerdo un día que contó la prensa algo sobre falta de agua en el hospital y al día siguiente se presentaron aquí varias furgonetas con agua, gente con bocadillos, con fruta…”, afirma.

Ahora más preparados para otra situación similar

Lo más duro de ese tiempo fue ver al paciente sólo, muchos llegaron a morir con el acompañamiento y el cariño que les daban médicos y enfermeras ante la imposibilidad de contacto con el exterior. Primero fue el miedo por los afectados, después por contagiarse ellos mismos y también a sus familias. De hecho, Álvarez estuvo tres meses sin ver a los suyos. “Lo recordamos como una película de ficción, en al que los enfermos eran las protagonistas y nosotros los protagonistas secundarios obligados”, dice.

Pero, buena noticia, ya pasó lo peor y, afirma, tenemos otras maneras de enfrentarnos a la COVID, ahora bastante doblegada. No sabe si la pandemia fue un punto de inflexión para la sanidad pública, pero sí tiene claro que influyó en que todos nos demos cuenta de “la importancia de una sanidad de calidad. Eso nos ha dado fuerzas para luchar por una sanidad de calidad, cueste lo que cueste”. Ahora dice, están más organizados, con protocolos de actuación más claros por si se repitiera una situación similar, aunque reconoce que para la avalancha de pacientes nunca se está preparado.

 
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