Vuelve el San Isidro de la normalidad, donde las parpusas ganan la partida a las mascarillas
Los chulapos y chulapas regresan dos años después a una pradera que ha colgado el cartel de lleno total
Madrid
Este 2022 será recordado como el San Isidro de la vuelta a la normalidad, en el que las mascarillas han sido sustituidas, después de dos años, por las parpusas, los mantones de manila y los claveles, con miles de chulapos y chulapas que han tomado la Pradera.
Ha sido un San Isidro con menos calor del esperado y en el que han vuelto de nuevo las tradiciones después de las restricciones covid del año pasado o de las fiestas de 2020, anuladas en su versión más popular, el de las verbenas, por el azote de la pandemia. Una de esas tradiciones es bajar a la Pradera, teñida con el blanco y negro de las parpusas y los lunares y pañoletas blancos de las chulapas.
Hasta allí se han acercado el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, y la vicealcaldesa, Begoña Villacís. Esta última ha ido ataviada con el tradicional traje de chulapa, acompañada por los ediles naranjas Santiago Saura y Mariano Fuentes, ambos con parpusa. Villacís, que ha sido recibida entre aplausos al grito de "alcaldesa, alcaldesa", ha pedido a los madrileños que disfruten de estas fiestas pero que lo hagan con responsabilidad, porque el covid "no se ha ido".
También han acudido otros políticos, como la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz; la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, o la portavoz adjunta de Unidas Podemos en el parlamento madrileño, Alejandra Jacinto.
Gallinejas, salchipapas o rosquillas
Otra de las tradiciones es degustar un bocadillo de entresijos, gallinejas o de calamares. Las salchipapas vienen ganando terreno desde hace años aunque cada vez son más las casetas que ofrecen productos veganos o respetuosos con determinadas intolerancias, como la celiaquía.
Las que tampoco faltan a su cita anual son las rosquillas, ya sean las tontas, caracterizadas por prescindir del glaseado en su presentación; las listas, bañadas en un fondant de azúcar aromatizado con limón en su versión más tradicional, o las de Santa Clara, recubiertas de merengue.
Las pastelerías madrileñas se llenan de rosquillas de San Isidro con una novedad, las del Año Santo, el dulce por excelencia en estas fiestas, las del patrón de la capital. Este postre madrileño se ha convertido en un elemento indispensable de las fiestas del Santo en la capital española, cuyo origen se remonta a la Edad Media. Las rosquillas más demandadas son las listas, seguidas de las de Santa Clara, las francesas y por último las tontas.