San Isidro, un Santo mago
El 15 de mayo celebramos la fiesta de San Isidro, patrón de Madrid. Ascendió a los altares en el siglo XVII y desde entonces ha recibido el cariño de todos los madrileños. Su vida está llena de elementos que hoy podríamos denominar como mágicos, algo que desde la Edad Media hizo de él una persona especial, más allá del ámbito propiamente religioso
Madrid
La vida de San Isidro está llena, como sucede con todos los relatos hagiográficos de vidas de santos, de hechos que podrían considerarse sobrenaturales, fuera del entendimiento común. La tradición oral, en muchas ocasiones exagerada, ha sido capaz de crear una figura sin parangón cuyo eco marca la identidad de una ciudad. Y eso es lo más importante. Como historiador muchas veces me preguntan sobre mi opinión de las vidas de santos o de las reliquias. Es cierto que desde un punto de vista histórico quizá no tienen muchas de ellas solidez, pero la leyenda las convierte en reales y eso tiene el mismo peso para la tradición que un documento. Si durante más de mil años su figura histórica, porque de eso no se puede dudar, san Isidro fue un personaje real, ha sido capaz de unir con la tradición a tantas personas, eso lo convierte en algo realmente valioso para nuestra historia.
San Isidro, mago del agua
El trabajo del santo en relación con sus milagros en los campos de cultivo, le hacen protagonista de otros prodigios no menos interesantes. El célebre milagro del pozo lo relaciona de nuevo con el agua, un elemento tan cercano a los agricultores y sin el cual, su trabajo no puede llegar a su fin. De San Isidro se ha dicho incluso que era zahorí, esto es un buscador de agua (grosso modo). No sabemos si empleaba las célebres varillas de zahorí o un péndulo, otra herramienta útil, dicen, para tal fin. Sin embargo, todo ello nos está hablando de una persona muy especial, alguien capaz de hacerse el centro de atención de todos y no precisamente por dislates o trabajos deshonestos, sino por todo lo contrario. El que hoy se le siga rogando para propiciar la lluvia no es casual. Y para eso la historia tiene sus fuentes y si no, las creamos nosotros.