La peor tragedia de los Pirineos llega al cine: "La película no podrá devolverlos, pero sí recordarlos'"

Barcelona

En un polígono industrial a las afueras de Caldes de Montbui (Barcelona), se están rodando las últimas escenas de una de las películas catalanas que más interés despertará el año que viene, Balandrau. La película contará la tragedia que ocurrió en diciembre del año 2000, cuando siete excursionistas del mismo grupo de amigos —nueve en total— murieron en esta montaña del Pirineo a causa de una tormenta que cambió el tiempo en cuestión de segundos. De un día sereno a una tormenta de nieve y viento de la que era imposible salir. Solo el octavo, Josep Maria, sobrevivió.

Dentro de la nave industrial se ve todo el suelo blanco, lleno de copos de falsa nieve. La gente del equipo de rodaje viste con trajes EPI y mascarillas para protegerse del polvo blanco y la niebla que simula el torbellino. Hay actores como Álvaro Cervantes, Anna Moliner o Bruna Cusí a quienes están retocando el maquillaje y en el centro de la sala un agujero por donde entra Eduard Lloveras, que interpreta a Oriol Fernández, el excursionista que quedó atrapado en una avalancha. Allí pasan horas durante toda la mañana, grabando la escena en la que intenta salir: "Te sientes un poco Tom Cruise haciendo esto", ha bromeado mientras se le ve especialmente afectado después de la escena.

Al fondo también está el jefe de efectos especiales, Pau Costa, que ha trabajado en producciones como La Sociedad de la Nieve o Walking Death. Y también el director, Fernando Trullols, que es su primera película. Nieve en las máquinas, ventiladores preparados y acción. Las mangueras empiezan a echar nieve y los ventiladores a simular el aire del torbellino. Comienza la escena y El Balcó espera pacientemente a que terminen de rodar para poder hablar con todo el equipo de Balandrau, que se estrenará, según lo previsto, a finales de este año o principios del próximo.

La producción: Combinar plató y montaña

El polígono de Caldes de Montbuí era el plan B, pero "era muy difícil garantizar cuatro semanas de rodaje en exterior sin ningún problema", ha explicado Laia Gómez, directora de producción, quien ha añadido que tampoco podían mantener a los actores y al equipo técnico expuestos a temperaturas tan frías y rodando escenas tan difíciles como las de una avalancha o un torbellino. "Somos una película catalana, con medios justos, y teníamos que salvarla". Es por eso que las últimas semanas de rodaje se están haciendo en este hangar, donde han recreado una montaña y avalancha, e incluso pondrán un helicóptero.

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Otras escenas, sin embargo, sí se han rodado en exteriores, pero no en el lugar donde ocurrieron los hechos: "Lo preparamos para grabarlo en La Molina, pero en Navidad ya vimos que no había nieve suficiente". Con el cambio climático haciendo de las suyas, en dos semanas tuvieron que mover el rodaje a Boi Taüll, ya que no podían permitirse perder ni un día de rodaje. De hecho, lo más difícil ha sido encajar el rodaje en interiores y exteriores, porque han dependido mucho de la meteorología. Eso sí, han tenido "mucha suerte".

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También ha sido muy difícil todo el trabajo psicológico, especialmente para los actores, que han tenido "una entrega total", con un sobreesfuerzo que "no haría cualquier actor". Han sido meses de rodaje duros, con condiciones muy difíciles, especialmente en la montaña, y con una "responsabilidad extra que cuando se hace una película normal no se tiene". Agradecimiento eterno, eso sí, para todas las personas implicadas, familiares, bomberos y ayuntamientos, que lo vivieron en primera persona: "Nos han tendido la mano desde el minuto 0, colaborando y asesorándonos".

Los efectos especiales: Prueba-error para encontrar el torbellino

En esta película, los efectos especiales lo son todo. Al frente está Pau Costa, uno de los profesionales más importantes del país. Para crear la nieve, ha combinado muchos materiales como papel de celulosa, espuma, papel de burbujas y diferentes tipos de plástico, todo mezclado con agua. Ha tenido que hacer muchas mezclas hasta llegar a la nieve ideal, para "conseguir el efecto deseado". Lo más complicado, sin embargo, han sido las avalanchas con explosiones: "Teníamos a los actores en primer plano, era muy complicado".

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Y lo ha conseguido porque todo el equipo y todo el hangar están bañados en nieve. Ha sido un reto difícil, pero "muy divertido". La ilusión se le nota en la mirada, especialmente por las dificultades que ha encontrado al recrear el torbellino: "Lo más complicado siempre es lo mejor, si no me aburro".

La dirección: El aspecto humanista

Entre claqueta y claqueta, el director, Fernando Trullols, tiene unos minutos para hablar. Mientras la niebla falsa se va disipando, puede hablar. Hace tres años que prepara esta película, un año desde que la comenzó a diseñar. Ha hablado con casi todos los familiares porque para él era "imprescindible hacerlo con las familias". De hecho, ha destacado que, durante la preparación, ha conocido a gente "maravillosa" de quienes quiere descubrir su legado: "Para mí es un homenaje a toda esta gente".

Él es consciente del reto técnico que supone Balandrau, pero lo que más le ha costado ha sido cómo abordar una historia tan conocida, de la cual incluso se ha hecho un documental. "Es la tercera peor tragedia mundial que ha ocurrido en la montaña por un fenómeno meteorológico, y ha pasado en nuestra casa", ha señalado, "¿qué pasa cuando la vida pone este examen? Este es el motor".

Los ventiladores se vuelven a encender, y Trullols tiene que volver. Cuando finalmente acaba el rodaje de la escena, y después de un aplauso, sale emocionado: "Llorar es casi diario, empatizamos mucho con todo lo que pasó". También le conmueve el "compromiso" de todo el equipo en una película tan exigente, "todos están dando lo máximo". Esta es su primera película y, aunque no lo enfoca así, la siente como un "privilegio" porque, aunque "la película no podrá devolverles, sí que los podrá recordar".

Los actores: Horas de documentación

También salen de la gran sala llena de nieve los actores cubiertos de nieve, en los abrigos y en las cejas, con heridas en la cara y la voz agotada después de tanto gritar. Anna Moliner y Eduard Lloveras se ven cansados, con los ojos rojos. Lloveras es Oriol Fernández, el excursionista que queda enterrado bajo la avalancha; y Moliner es Elena, su hermana. "No paro de pensar en él, encuentro surrealista esta situación, no me lo puedo llegar a imaginar", ha explicado Lloveras.

Para documentarse han pasado horas, hablando con Josep Maria, los familiares y escuchando entrevistas de horas y horas para conocer cómo eran esas personas, de niños, jóvenes y justo antes de la tragedia: "Han sido muy generosos con nosotros, es conmovedor y bonito compartirlo con ellos", ha admitido Moliner. El objetivo es hacerles un homenaje y, aunque su trabajo sea interpretación, poder acercarse lo máximo posible a lo que vivieron, y llevarlo a la pantalla para que la gente lo tome en cuenta.