De Augusto al Bulldozer
La Firma de Borja Barba

Palencia
Un prótomo tallado en madera por las sabias manos de mi amigo Javi Patón preside la entrada de mi despacho. Es una fiel réplica de una figura de bronce, representación de dos cabezas de caballo contrapuestas, que fue hallada en la campaña de excavación del año 2018 en el yacimiento arqueológico del Asedio de La Loma, junto a Santibáñez de la Peña. Desde que en el año 2003 se corriese la voz por la zona de que algo se había encontrado en un pequeño promontorio allá donde la Montaña Palentina comienza a erguirse, el antiguo castro cántabro que dominaba la falda sur de la Sierra del Brezo se convirtió para mí en un lugar de referencia en la provincia. Un enclave rebosante de incógnitas y de energía.
Pero, por extraño que parezca y quién sabe si por falta de financiación y medios o por mera desidia administrativa, el hallazgo de tan magnífico vestigio de nuestra historia ha permanecido en un estado de semiclandestinidad durante estas dos décadas desde su descubrimiento. Apenas un puñado de escuetas campañas veraniegas divididas en dos fases y un modesto recorrido físico en el propio yacimiento, con varios carteles de interpretación bien vandalizados como es costumbre. Amén todo ello de una profusa obra editada por la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Santibáñez de la Peña, que vio la luz el pasado año 2022. Demasiado poco para un yacimiento que, en palabras del Dr. Peralta, director de las primeras excavaciones, es uno de los enclaves arqueológicos más importantes de nuestro país. Demasiado tímido para el golpe en la mesa que la actuación requería.
La semana pasada nos sobresaltamos con la noticia de que parte de la Zona Arqueológica de La Loma había sufrido graves e irreparables daños como consecuencia de la acción de un bulldozer que ejecutaba obras por encargo de la Junta Vecinal de Las Heras de la Peña. Un destrozo indignante en una zona calificada por las normas urbanísticas municipales de Santibáñez como suelo rústico de protección cultural. Y cuyas consecuencias, pendientes aún de valoración, amenazan ser desoladoras.
Más allá de la depuración de responsabilidades, que deberá de ser tajante, la situación generada pone de manifiesto que la educación y la difusión del patrimonio cultural exige una labor continuada e insistente y que aquí, en el Asedio de La Loma, ha sido insuficiente. Quién sabe si la creación de un pequeño museo arqueológico en Santibáñez, exhibiendo los numerosos hallazgos encontrados y ayudando a interpretar lo que allí ocurrió veinte siglos atrás, o la organización de periódicas visitas guiadas con escolares de la zona podrían haber cambiado el triste devenir de las cosas. Quizá después de escupir la rabia sea momento de ponerse a ello. Y de concienciarse de que el trabajo arqueológico no trata sobre el pasado. Más bien al contrario, sobre el futuro. Para que las generaciones que nos precedan, sepan de dónde vienen y respeten el suelo que pisan.