Opinión

Combustible para el populismo

La Firma de Borja Barba

"Combustible para el populismo", la Firma de Borja Barba

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Palencia

Es curioso lo de las redes sociales, ese medio de comunicación que ha hecho de la heterogeneidad más disparatada su línea editorial. En una misma red social y separados apenas por un leve punteo de scroll, que es algo así como compartir misma página y sección en un periódico, uno puede encontrarse a un usuario alabando la entereza y el compromiso político de Domi Curiel por no renunciar a sus actas en Ayuntamiento y Diputación, junto a otro soltando sapos y culebras desde su teclado por lo que considera una indignidad impropia de un cargo público, por reflejarlo aquí de una manera comedida. De un extremo, a otro. Por extraño que parezca, y llevo días observando reacciones como el Mayor Tom de Bowie observaba el Planeta Tierra desde su cápsula espacial, aún no me he encontrado con ninguna llamada a la mesura por parte de nadie.

La templanza y la distancia en el análisis no son virtudes de la sociedad moderna. Las opiniones de toda índole crepitan furibundas en Internet como un huevo arrojado en aceite hirviendo, de tal manera que uno se imagina al lector aporreando con rabia el teclado y pretendiendo dotar de credibilidad y de ínfulas de proyección para la posteridad esa primera reacción enrabietada y visceral, sin reparar en que quizá sea tan innecesaria como cualquier secuela de ‘Rocky’ o como los tres últimos minutos de ‘Hey Jude’.

La ignorancia, la falta de empatía y la ausencia de espíritu crítico son el combustible de un populismo que ve “facha” y “casposo” todo aquello que le es ajeno, ya sea una reivindicación del sector agroganadero, un restaurante de a tres cifras por comensal o una octogenaria de comunión diaria. Dudar es la base del pensamiento crítico. Dudar de lo que se lee y dudar de uno mismo. La duda ha desmontado, a lo largo de la historia, arcaicas creencias en beneficio del conocimiento científico. Y ha facilitado la empatía social necesaria para que, hasta la fecha y pese a nada desdeñables intentos, la especie humana no se haya aniquilado a sí misma. Pero tengo la siniestra sensación de que ya no se lee ni se escucha con la intención de dudar. Ahora se lee, o se escucha, con la intención de que a uno le den la razón.

Esta sociedad líquida, como la bautizó ese icono pop de la sociología que fue Zygmunt Bauman, solo ansía reafirmación y pretende la solidez que antaño aportaban todos aquellos referentes de los que decidió prescindir. No vale condenar únicamente el odio que emana de una porción concreta de España. Conviene detener también el fuego amigo. Y restarse trascendencia a uno mismo antes de que la sala de control pierda definitivamente contacto con la cápsula espacial del Mayor Tom.

 
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