Opinión

Palencia: tesoro apícola

La Firma de Borja Barba

"Palencia: tesoro apícola", La Firma de Borja Barba

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03:09

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Palencia

Quizá esto que les voy a decir les suene un poco a chufla, pero qué bonito puede ser el Código Civil cuando se lo propone. Aunque su articulado ha sido sometido a un sinfín de revisiones a lo largo de sus ciento treinta y seis años de vigencia, el texto aún conserva ciertos anacronismos de incuestionable belleza literaria en forma de precepto legal. Artículos que encierran un retrato costumbrista decimonónico propio de los galdosianos Episodios Nacionales y que aún sobreviven semiocultos entre la maraña civilista.

Así, uno debe de saber, y más aún si se dedica al noble arte de la apicultura, que la propiedad privada es un concepto incuestionable cuyos muros nunca pueden ser franqueados… a excepción de que se te cuelen las abejas en el terreno del vecino. Eso refiere el artículo 612, pintoresco precepto que a todos los que tenemos formación jurídica se nos clava en la memoria y que permite que uno pueda ir detrás de su enjambre cuando este sale en busca de aventuras por fundo ajeno.

Estoy convencido de que este derecho a perseguir sus enjambres con tendencia escapista por propiedades ajenas es bien conocido por los más de setecientos apicultores, aficionados y profesionales, titulares de una explotación apícola en la provincia de Palencia. Agrupados la mayoría de ellos en las dos asociaciones que defienden sus intereses, Asociación Palentina de Apicultores y Asociación de Apicultura del Norte de Palencia, los encantadores de abejas palentinos son los responsables de que nuestra provincia figure a la cabeza en lo que a la producción de miel de calidad se refiere, con varias firmas comercializando mieles laureadas y reconocidas por todo el mundo. Pequeños productores con modestas cosechas que cuidan con esmero un producto único, natural y que supone una inmejorable manera de llevarnos, directamente hasta nuestros paladares, el sabor y el olor de nuestros brezales, de nuestros robledales y de las flores silvestres que salpican nuestros campos.

Huir de la tupida sombra que supone para nuestros apicultores el problema de las mieles adulteradas con siropes o jarabes, conflicto alimentario ligado a la globalización extrema y que afecta de manera injusta al trabajo de los productores palentinos, y entender que la mejor y más pura miel no procede de un bote de plástico con nombre de granja santificada y tapón antigoteo se antoja fundamental para la supervivencia de las pequeñas explotaciones de la provincia. Consumir mieles de cercanía, de néctar palentino y producidas en colmenas palentinas, no solo ayudará económicamente al sector. Supondrá además un refuerzo para la diversidad y la riqueza natural de nuestro territorio. Un puntal en todos esos colmenares de adobe y canto que supuran nostalgia. Y un estímulo a la manera tradicional de hacer las cosas.

 
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