Mirar para otro lado no ayuda
Salud Mental Aranda invita a estar atentos a las señales de personas con pensamientos suicidas y no restarles importancia

Blanca Cuesta (izq) y Alba Ortiz en uno de los locales de Salud Mental Aranda / Vicente Herrero

Aranda de Duero
Salud Mental Aranda apela a la colaboración del entorno de las personas con pensamientos de quitarse la vida para evitar que lo lleven a cabo. Coincidiendo con el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, este colectivo lanza un mensaje de esperanza contra esa consecuencia indeseada que origina el sufrimiento psíquico.
Con la evidencia que suponen las estadísticas, que hablan de una media diaria de 11 suicidios en España, la primera causa de muerte entre los jóvenes, muy por encima de los accidentes, Salud Mental Aranda considera que hay que empezar por desmontar los mitos y falsas creencias e intervenir según la evidencia científica.
En este sentido, el primer paso es prestar atención a las señales que pueda estar emitiendo una persona con tendencias de este tipo. “Por ejemplo, en los chavales cuando empiezan a aislarse y no quieren ir al instituto, por la tarde dejan ir a las extraescolares o en adultos empiezan a flaquear en el trabajo y el aislamiento cada vez es mayor, cuando hablan siempre de problemas y no hay espacio para algo cotidiano que no tenga que ver con un problema, eso también es una señal bastante evidente”, sugiere Blanca Cuesta, psicóloga del Servicio Infanto-Juvenil.
Más información
En este aspecto, entiende que es muy importante permanecer atentos a las señales que envía la persona con pensamientos suicidas. La actitud correcta es hablar con ella y no optar por quitarles importancia, porque lejos de ayudarla, con esa actitud se le empuja a que se cierre en sí misma y desista de pedir ayuda. “Si tú vas a pedir ayuda, porque cuando estás hablando de este tema estás pidiendo ayuda, aunque nos lo creamos, y lo que recibes es ‘no pasa nada’, ‘ya se te pasará’, ‘qué cosas tienes’… la persona no va a volver a volver a contar contigo, entonces es muchísimo mejor que si no sabemos cómo actuar, porque evidentemente es un tema muy delicado, escuchemos, asentamos y la persona nos va a ir enseñando qué es lo que necesita en ese momento: si quiere un abrazo nos lo va a dar él, o sea, naturalidad, sobre todo naturalidad”, recomienda Cuesta. Una vez roto el silencio se habrá creado un entorno propicio para que la persona pida ayuda, se sincere, exprese sus sentimientos, y conecte con la vida.
Uno de los objetivos de este colectivo es crear sistemas de apoyo, de acompañamiento y de seguimiento posteriores a las crisis suicidas. Una de las iniciativas más recientes fue la creación de un grupo ‘efecto mariposa’, compuesto de personas que perdieron a algún familiar o amigo de esta manera, para ayudar a otras personas que puedan estar pasando por esta situación. Salud Mental Aranda va a seguir incidiendo en esta línea de trabajo. “Vamos a volver a lanzar un poco esa llamada a la sociedad en general, sobre todo si conocemos a gente que está pasando por unos momentos que ha perdido a alguien, que precisa de apoyo, si no sabemos dónde recomendarle acudir, la asociación les va a acoger con las puestas abiertas; el grupo ‘efecto mariposa’ sigue funcionando, tiene un encuentro mensual de dos horas y media y la verdad que hay personas que ya se conocen pero también están muy dispuestas a poder acoger a otras familias o personas allegadas que tengan un poco la necesidad del apoyo mutuo, que es donde creemos que mejor se trabaja a veces este tipo de duelo”, comenta Alba Ortiz, Responsable del Servicio de Apoyo Psicológico, Familiar y Mujer.
El manifiesto del Día Mundial para la Prevención del Suicidio de la Federación de Salud Mental se centra este año en el riesgo específico de los deportistas de élite, al que consideran un colectivo vulnerable en este sentido por la presión que supone la alta competición y el contraste entre el glamur de las medallas y las copas y la soledad de una vida entre aeropuertos y frías habitaciones de hotel.