De puente a puente...nos damos un paseo por la historia de Valladolid

Valladolid

Íbamos camino del cambio de milenio. Aunque nos explicaran entonces que para cambiar de verdad de milenio había que esperar a 2001. En aquel 1999 se hablaba del 'efecto 2000', un vaticinio que alertaba de un caos informático global porque los ordenadores iban a volverse locos cuando sonaran las campanadas, ya que sus relojes internos no estaban programados, supuestamente, para registrar el año 2000. Las máquinas erróneamente retrocederian en su lugar a 1900 y los más agoreros imaginaron un escenario de película apocalíptica con aviones estrellándose y escenas de histeria en las calles. Luego supimos que los ordenadores se iban a volver locos por motivos mucho más pedestres, como una actualización, y que dejarían en tierra a miles de pasajeros y a millones de oficinas sin nada que hacer.

En ese 1999 Valladolid inauguró su décimo puente sobre el Pisuerga. Una obra rupturista. El segundo suspendido sobre el río después del Puente Colgante. En este caso el método de sujeción elegido fueron unos grandes tirantes que recordaban, salvando muchas distancia, a obras parecidas como el sevillano Puente de la Barqueta, construido para la no tan lejana -entonces- Exposición Universal de 1992. A pesar del legendario carácter mesetario, menos dado a las alharacas que en otras latitudes de nuestra geografía, la puesta de largo de la infraestructura tuvo un festejo impensable un cuarto de siglo después: fuegos artificiales, calles cortadas y hasta limonada para los asistentes.

El puente, ubicado en la zona sur, conectaba la Avenida de Salamanca con la Carretera de Rueda, en un punto de expansión urbanística de la ciudad. Costó el equivalente a 15 millones de euros y las protestas, por el retraso en la construcción y, también, en algunos casos, por la apuesta arquitectónica elegida, marcaron su desarrollo y puesta en servicio. Ahora es un puente de elevada circulación al formar parte de la ronda interna de circunvalación de la capital, la VA-20 que tardaría algunos años en completarse.

A partir de esta efemérides hemos hecho algo que nos gusta especialmente. Bucear en los fondos del Archivo Municipal para recordar cómo fue la construcción de otros pasos sobre el principal río de la ciudad que fueron ejecutados en la década de los 50 y 60 del siglo pasado. También hemos aprovechado para seleccionar algunas imágenes que invitan a jugar con la memoria de los que ya peinan canas y que, seguramente, sorprendan a los más jóvenes.

Los puentes del 'desarrollismo'

Entre los años 50 y los 70 tuvo lugar la segunda gran etapa del franquismo. Incluyó, entre otras cosas, una liberalización brutal de la economía, maltrecha por las consecuencias de la política autárquica propia de la dictadura y la necesaria reconstrucción de un país que quedó devastado tras la Guerra Civil. La creación de nuevos barrios para acoger a los trabajadores que en muchos casos llegaban a las ciudades desde el campo en busca de una vida mejor implicó la construcción de nuevas infraestructuras. Hasta mediados del siglo pasado para cruzar de orilla a orilla del Pisuerga sólo había dos opciones: el Puente Mayor, el más veterano de todos,y el Puente Colgante, con su aire industrial y su espíritu un tanto ferroviario. La verdad es que tampoco había mucho que ver y hacer en la otra margen.

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Como se puede comprobar en la galería de imágenes que acompaña este texto, si uno lanzaba la mirada desde el actual cruce del Paseo de Isabel La Católica con la calle Calle Doctrinos hacia donde hoy está la Cúpula del Milenio, lo que veía era una sucesión de parcelas y huertas con granjas y casonas. El barrio de Huerta del Rey en 1955, cuando se abre el hoy conocido como Puente de Isabel La Católica -o de Usos Múltiples, como es llamado popularmente debido al edificio administrativo-, no estaba aunque sí se le esperaba. Y es qu tras éste llegaría en la siguiente década otro, el de González Regueral -o de Poniente- completado en 1957. En una de las instantáneas, datada en los 70, ya con viviendas y bloques construidos, se pueden apreciar sus tres carriles, uno de ellos separado por una línea continua, una idea parecida a la que ahora, cincuenta años después, retoma el equipo de gobierno municipal.

En los 60 Valladolid sumó su quinto puente. En este caso daba salida a la Calle García Morato, ahora Paseo del Hospital Militar. Aunque la estructura, sustentada con grandes pilares cuyo proceso constructivo pueden ver en la galería, siga siendo conocido entre la ciudadanía como Puente de García Morato, nombre de un aviador franquista de, al parecer, gran talento en lo suyo. Un poco después llegó el sexto, del que pueden comprobar cómo era -o mejor dicho no era- el actual barrio de Arturo Eyries. Para unir la ciudad en este punto se construyó otro paso, abierto a principios de la década de los 70. El de la División Azul, el del Doctor Quemada según a quién preguntes. Aunque su nombre oficial sea el primero que hemos mencionado.

Después llegarian otros: el del Cabildo o el de Juan de Austria y varios pasos peatonales, incluida la futurista pasarela situada junto al Museo de la Ciencia, o la sinuosa que muere -o nace- según se mire, cerca del Polideportivo Pisuerga. De las fotografías seleccionadas podrán recuperar -o conocer por primera vez- rincones vinculados de un modo u otro a nuestro río. Como las piscinas Samoa, la playa fluvial o las crecidas con las que, de cuando en cuando, nos sorprende el principal afluente del Duero. Incluso asumir que las obras en otro puente, no sobre el río, si no sobre las vías, se han sucedido. Porque en la Historia, todo, o casi todo, es cíclico.