Funeral de los estudiantes tiroteados por los guardias
Los sucesos tuvieron lugar en 1903 y las víctimas eran universitarios
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Salamanca
El 5 de abril de 1903 el diario salmantino EL ADELANTO relata el funeral de los dos estudiantes fallecidos en los incidentes del 3 de abril, una crónica que arranca trasladando en sentimiento que embargó a la ciudad:
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Historias de Salamanca 3 abril
“Grande y hermoso, pero tristemente grande y trágicamente hermoso ha sido el espectáculo que acaba de dar Salamanca.
Después de las exequias celebradas en la Catedral Vieja por las almas de las víctimas escolares, fúnebre solemnidad a la que han asistido autoridades, corporaciones, sociedades y representaciones de todas las clases sociales, que llenaban el severo templo, más de quince mil personas han formado en el fúnebre cortejo acompañando los cadáveres de los estudiantes. El resto de la población contemplaba en calles y balcones el paso de la comitiva en profunda pena retratada en los semblantes. Muchas mujeres no podían contener las lágrimas.
Nada de fuerza pública en las calles; ni un guardia civil, ni un agente municipal, ni un guardia de vigilancia.
El gobernador interino así lo había dispuesto, confiando en la nobleza del pueblo, y los hechos han demostrado que hizo bien en confiar.
Y este mismo pueblo, que hace unas horas rugía de indignación al ser brutalmente atropellado; este pueblo que ha visto acribillar a balazos a jóvenes imberbes e indefensos; este pueblo que conoce a los culpables de tan grande infamia, y aún no está seguro de que se le hará justicia, ha sabido ponerse a la altura de las circunstancias y deponiendo sus justas iras, ha dado un admirable ejemplo de prudencia.
Grave, silencioso, sin proferir un solo grito, marchaba el cortejo en medio del mayor orden.
¡Qué hermoso contraste entre la sensatez de las muchedumbres, puesta hoy de relieve y la incalificable conducta en los días pasados de aquellos que tienen el deber de ser humanos, previsores y prudentes!
Salamanca ha cumplido hoy con su deber.
Ahora, que otros no olviden el suyo”.
Así comenzaba el relato de aquel día de luto por la muerte de varios estudiantes a manos de la policía en una protesta por la detención de otros estudiantes.
Funeral solemne en la Catedral Vieja y cortejo –no menos solemne—que atravesó la ciudad con algún momento tenso cuando un grupo de obreros quiso acercar los féretros al cuartel de los guardias en la Plaza de Colón.
Se impuso la prudencia. La ciudad acompañó hasta el cementerio a los alumnos mientras aguardaba justicia.
Horas más tarde, prestaba declaración el rector Unamuno sobre los sucesos, que se resumen en varias cargas con disparos de fusiles que provocaron dos muertos y bastantes heridos. Cargas en espacios universitarios para reprimir la protesta estudiantil por el maltrato unos días antes de otro estudiante. En todos estos incidentes aparece el nombre del inspector Serapio Benito.
Las víctimas mortales fueron los estudiantes Federico García Gómez e Hipólito Vicente, enterrados en el cementerio salmantino y homenajeados con un monolito en la Plaza de la Libertad años más tarde, un monolito desaparecido coincidiendo con la Guerra Civil, incluida una lápida recuperada por la Universidad de Salamanca, en la que puede leerse: “A la memoria de los estudiantes víctimas de los sucesos de Salamanca el 2 de abril de 1903, dedica este recuerdo los estudiantes valencianos. 1905”.
Porque aquello tuvo eco nacional y provocó una crisis de gobierno en la época, pero no tuvo especiales consecuencias penales, como muchos reclamaban.