Feminismo superlativo
La Firma de Borja Barba
"Feminismo superlativo", la Firma de Borja Barba
02:32
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Palencia
La necesidad no solo agudiza el ingenio. Es también madre del arrojo e incluso de la insensatez. Facilita la osadía de dar pasos hacia lo desconocido. Precipita el moverse hacia esos territorios inexplorados que los antiguos cartógrafos señalaban en sus mapamundis con esa temible advertencia de “Hic sunt dracones”. Aquí hay dragones.
Y en esa extrema necesidad debieron de verse aquel grupo de valientes mujeres palentinas que, ante la ausencia de unos varones que blandían armas en el frente junto a Juan I de Castilla, tomaron la corajuda decisión de hacer frente a las fuerzas de Juan de Gante, Duque de Lancaster, defendiendo heroicamente la ciudad frente al avance del aspirante a los derechos sucesorios de la corona castellana. Una historia de supervivencia con una lección para la posteridad. El episodio es bien conocido por todos los palentinos que se precien de serlo.
La distinción por parte del monarca con el privilegio de la banda dorada, condecoración reservada a los hombres, supuso un hito en la historia de la igualdad de género. Quizá involuntario y, desde luego, muy alejado de cualquier tipo de estratagema política o electoralista. Un gesto cargado de significado, en reconocimiento a la valía de las mujeres para hacer frente a tareas que se tenían comúnmente identificadas como cosas de hombres.
En esta España de la extrema corrección política y del riesgo de la manipulación y la malinterpretación, en la que una inocente chanza entre amigos puede condenarle a uno a la caverna del repudio más oscuro, parece existir aún cierta desgana a la hora de recordar sucesos históricos, como aquel protagonizado por las valerosas mujeres palentinas a finales del siglo XIV. Como si el paso del tiempo les restase valor y trascendencia. Como si solo tuviesen valor intrínseco, en la loable y necesaria lucha por el feminismo, todas esas acciones “posmo” diseñadas por un equipo de comunicación política, y varias docenas de asesores, con una productividad digna de una cadena de montaje. Con lo sencillo y productivo que puede resultar en muchas ocasiones el echar una simple mirada al pasado. Créanme, que el proceso creativo tiene mucho de desvelo y de resignación y ya está todo inventado.