Opinión

Alta Velocidad con anteojeras

La Firma de Borja Barba

"Alta Velocidad con anteojeras", la Firma de Borja Barba

"Alta Velocidad con anteojeras", la Firma de Borja Barba

03:27

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Palencia

Tenía intención de comentar con ustedes en este miércoles de febrero cualquier tema amable con el que dulcificar un poco el peso de la actualidad y tratar de esquivar, al menos durante estos tres minutos, todo el bombardeo institucional sobre amnistías, gente que vota mal o la resistencia al estrés del ánade azulón, por mencionar algún asunto. Pero mucho me temo que las líneas que tenía pergeñadas en borrador irán a morir a ese limbo que es la libreta de las anotaciones para las que nunca encontraremos hueco en ninguna columna.

Y les digo esto porque sigo en estado de shock desde que ayer por la mañana desayuné con la impactante fotografía, presente en la mayoría de medios provinciales, de las obras de la Línea de Alta Velocidad a Cantabria en su intersección con el Canal de Castilla y el Camino Francés, que en ese punto comparten histórico trazado, entre las localidades de Boadilla del Camino y Frómista. Más allá del impacto ambiental que supondrá la futura vía férrea, situación con la que mal que bien nos vemos obligados a convivir en pos de la mejora de las comunicaciones y el transporte, llama la atención que las actuaciones acometidas (o “cometidas”) han invadido el camino de sirga, que discurre en paralelo al Canal y que sirve además de paso de peregrinos en dirección a la tumba del Apóstol, alterando el trazado del mismo y destrozando así unos de los principales activos culturales y etnográficos de nuestra provincia. El progreso es precisamente evitar esto. El progreso es avanzar y mejorar las condiciones de vida despojando a las mulas de sus anteojeras. Hacer las cosas bien, vaya.

El episodio de las obras de la Alta Velocidad pasando por encima de lo que haga falta y de quien haga falta es solo un ejemplo más de que España se mueve sujetada por los hilos que manejan algunas regiones concretas, mientras que las demás son meras comparsas en sus tejemanejes resignadas a conformarse con las migajas de sus festines. Hay una España, la que ocupamos los palentinos, sometida a un continuo expolio, humano, material e incluso emocional. Una España salvajemente despreciada y que necesita salvarse a sí misma porque nadie va a venir a socorrerla.

No entro a valorar, porque es tarea que no me compete y sospecho que eso ya sería café para muy cafeteros, si la responsabilidad de este disparate es de Adif, de las diversas contratas y subcontratas que están ejecutando los trabajos o de una excesiva permisividad de las diferentes instituciones y organismos administrativos involucrados en el asunto. Pero sí creo que no hace falta ser ingeniero para darse cuenta de que Palencia, como otras provincias en similares condiciones, vive tristemente anclada en una oda a la desmotivación y a la falta de apego por la propia esencia, mientras las piedras que dibujan y jalonan nuestra historia se disuelven como un azucarillo en el café y una arrogante oligarquía se erige en dueña y promotora del país, de sus habitantes y de su legado histórico. Sin nada ni nadie que decida hacerles frente con firmeza y convicción.

 
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