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Non vitae, sed scholae

La columna de Rafa Gallego - Non vitae, sed scholae (12/01/2024)

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León

Así es que ya has visto que han venido los Reyes justo al poco tiempo de venir los Reyes. Y han venido a hacer entrega del premio de la Fundación Princesa de Girona a la escuela del año 2022 a una escuela pública de León, un Colegio de Infantil y Primaria que trabaja con alumnado en su mayoría —vamos a poner el eufemismo— en situación de vulnerabilidad socio educativa. El colegio es el Gúmer, el Gumersindo Azcárate, en el barrio de Armunia, a dos pasos de Michaisa, en la paralela a la avenida del Doctor Fleming, a la espalda de una mezquita y cerca de uno de los salones “del culto” de León. Un colegio de colores desde el que casi se puede ver el esqueleto de la azucarera y se oyen pasar lejanos los trenes que en otro tiempo impulsaron la vida del barrio. No sé si te acuerdas, pero hace unos años, cuando pusieron en marcha la experiencia por la que hoy reciben este reconocimiento tan especial, hubo aquí, en este espacio de la radio, unas palabras de admiración por lo que estaban haciendo. El artículo se titulaba Como una avispa en un bote y es de marzo de dos mil dieciocho. Al releerlo esta tarde y ver todo ese tiempo que ha pasado me he escondido en las caras de esos muchachos que entonces estaban en sexto de primaria y que hoy deberían estar en segundo de bachillerato. ¿Cuántos de ellos han llegado? ¿Qué les ha pasado por el camino si es que no lo han hecho?

Fíjate que, aún en el improbable caso de que ninguno estuviera hoy en bachillerato, lo que vi aquella tarde de marzo del dieciocho para mí seguiría teniendo el valor que entonces le di, el valor excepcional que le ha dado la fundación que distingue a la escuela del año y que en dos mil veintidós reconoció al Gumer como tal por todo lo que habían estado haciendo. Es el eterno tema de la educación: ¿qué perseguimos cuando educamos?

Séneca escribió que no aprendemos para la vida, sino para la escuela y lo escribía ya entonces en tono de queja. La escuela es un monstruo que se fagocita a sí mismo, un ogro en el que nos encerramos desde los tres años y que nos exige más o menos durante otros quince que satisfagamos sus exigencias académicas, mirándose el ombligo de la sabiduría. Escuela que enseña para la escuela. A esa frase de Séneca que te decía se le ha querido dar la vuelta en tiempos actuales, valorando el hecho de aprender para la vida y no para la propia escuela. Yo creo que eso es lo que está en la base de todo esto que decimos ahora que es el aprendizaje competencial, educar para que el alumnado adquiera competencias, capacidades que le hagan competente en el arte de la vida. El problema sigue siendo, me parece, que para aprender para la vida hace falta que alguien sepa qué es la vida. ¿Qué es la vida? Pues ya sabes, Segismundo, una ilusión, una sombra, una ficción. Y en todo caso, un frenesí. Esa es la competencia más clave de todas; entender la vida en un frenesí, un arrebato que nos separa del alimento masticado y repetido lección tras lección hasta rematar la página de los días.

 
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