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Opinión

Carpe Diem

Rafa Gallego

León

No veo mejor momento que este para colocar el tópico. Empieza el año y más allá de metas y propósitos me parece que hay un cierto impulso de cambio, una idea difusa de tiempo renovado, de vida nueva, por mucho que nos digamos que se trata de una convención, que la medida del tiempo es caprichosa y que no significa nada que esta sea la primera semana de enero. Es más, lo entendemos de alguna manera como un engorro, como que esta es una semana que cuelga de las navidades en un extra latino, porque, en el mundo anglosajón que nos han impuesto, esto de los Reyes Magos es una impostura. Pero tienes que reconocerte que hay una mariposa andándote todavía por alguna arteria, que sientes la novedad de los días, que ves con esperanza todo lo que queda por estrenar en este dos mil veinticuatro. Y la mariposa te asaltará especialmente esta noche, que sabes que es una noche mágica, la noche del oro, el incienso y la mirra. Los tres aspectos reales del poder: un rey, un dios, un hombre.

Por eso el tópico: carpe diem, abraza el día, afronta el año con la convicción de que vivir el momento es la única forma sensata de vivir. Carpe diem, vive el momento porque todo se desvanece, vive el momento porque el futuro está siempre por llegar. Como al parecer nos dice ese poeta americano del que hablan en El club de los poetas muertos: “disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante”. La vida por delante, la magia de la vida, su inmediatez. Hazte ese regalo, deja que te llegue, pero no esperes a mañana por muy mágica que hoy sea la noche. Ahora es el momento, justo ahora que ha terminado la lavadora y tienes que salir a tender la ropa, ahora que tienes que quitar la grasa de la campana de la cocina es el tiempo exacto de la magia, la que te convierte en ti mismo cuando tomas conciencia de ello. Eso es vivir el momento, atrapar el día.

Parece que la noche del martes al miércoles tuvo lugar el perihelio de este año, el día en el que la tierra ha estado más cerca del sol, lo que la ha llevado a sufrir una aceleración que quizá no hayas notado, pero que ha sido la mayor del año. Todas esas prisas no tenían que ver contigo, era cosa del perihelio y tú te pensabas que es que no llegabas a tiempo con la lavadora y con la campana y con la cena de esta noche y la comida de mañana y con los regalos y con cuatro cosas del trabajo y con la tos y los mocos de la gripe y resulta que te creías que eras tú que no llegabas y lo que te pasaba es que la tierra está en el perihelio. Y tú, sin saberlo, te olvidas del carpe diem y piensas en todo lo que queda por hacer; te sales de tu día y sientes un agobio que no es tuyo: lo por hacer, ese concepto que te aparta de la única realidad que tienes, lo que haces.

Lo que haces te da sentido, pero no te aceleres, no te vayas a pensar que esa urgencia te da vida, que lo que haga la tierra con sus movimientos es cosa suya, porque lo que cuenta para ti es tu temblor y no su aceleración. Y tu temblor es la verdadera vida.

 
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