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Manual para gestionar la Navidad

La Firma de Borja Barba, técnico de cultura del Ayuntamiento de Saldaña (Palencia)

Manual para gestionar la Navidad

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Palencia

La vida, con un episodio de estreno cada día, no concede respiro en estas semanas. Gestionada ya la resaca, tanto física como emocional, de la Nochebuena y de la Navidad, encaramos, como en una gran vuelta ciclista, la segunda semana de carrera. Aquella que determinará quién opta al podio final.

Hemos lidiado ya con cataratas de incómodas e impersonales felicitaciones vía Whatsapp. Mensajes a los que uno se ve en la obligación y la necesidad de responder citando siempre el nombre de pila del remitente. “Feliz Navidad, querido vecino de mis padres al que hace al menos una década que no veo”. Como queriendo demostrar que al menos tú te esfuerzas en citar al felicitado y que no has empleado un “enviar a todos” porque tienes mucha prisa en ir a coger alguna peladilla huérfana de la clásica bandejita navideña.

Pasó el trago de la cena de Nochebuena, con el televisivo preámbulo de Su Majestad insistiendo por enésima vez en que ahora más que nunca es momento de que los españoles permanezcamos unidos.

En estas etapas de transición, por seguir con el símil ciclista, hasta las celebraciones por el nuevo año, hay que saber negociar bien con el estómago. Es otra de las claves de éxito de esta compleja misión de supervivencia en la que uno se ve inmerso en la Navidad cuando ya no es un niño. Que esos “hoy no ceno”, desbordantes de culpabilidad, se mantengan firmes y no cedan bajo ningún concepto ante las acechantes sobras de la comida.

Y hemos gestionado también, con mayor o menor éxito, la que quizá sea la parte más complicada de todo este frenesí festivo. El síndrome de las sillas vacías. El hueco de las ausencias y el lamento mudo por los que ya no están e hicieron, durante muchos años y con desorbitadas dosis de cariño, que estas celebraciones siempre fuesen especiales, al mismo tiempo que, con una suave palmada en la mesa, conseguían sofocar cualquier conversación fuera de tono.

Y así seguiremos durante estos días, dejándonos acariciar por esta empecinada niebla palentina bajo su silencio mortecino. Esa quietud que le permite a uno escuchar hasta su propia respiración helándose al entrar en contacto con el aire.

Y cambiaremos de polémica de cabecera. Y las discusiones se centrarán en si es legítimo bombardear las ciudades con petardos para celebrar el cambio de año o en si los Reyes Magos de Oriente han perdido demasiado terreno frente al auge papanoelista. Y, sin darnos cuenta y tal vez sin valorar que las ocasiones son contadas, habremos consumido una Navidad más en nuestras vidas. Porque las series, incluso aquellas que parecen no terminar nunca, siempre tienen un final.

 
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