Mi infancia entre caballos en libertad. El 16 Feria
La Firma de Javier Gómez Caloca
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Mi infancia entre caballos en libertad. El 16 Feria. La Firma de Javier Gómez Caloca
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Palencia
Buenos días, como el próximo jueves es fiesta, adelanto el comentario. El 16 es la Feria del Caballo de La Pernía y quiero compartir con ustedes algunos recuerdos de mi infancia en Piedrasluengas.
Tendría yo cuatro años cuando una noche el padre se presentó en casa con una yegua. Se llamaba Rumba, alazana y, aunque tenía ya catorce años, era una hispana-bretona preciosa. Estaba domada y, no venía sola, traía en la tripa a la Rubia, mi yegua. La llamamos así por el color de la crin y la cola; si hubiéramos retrasado el bautizo, los nombres más apropiados a su carácter hubieran sido Rebelde o Revolución. Tantas veces como intentaron domarla, aunque fuera con un metro de nieve, tantas veces salió indomable.
Después vendrían Estrella, Serena, Serenita, Canela y así hasta más de 25 yeguas que llegamos a tener antes de nuestro éxodo, no voluntario, a la capital. ¡Hasta en una postal nos las sacaron, para orgullo familiar!
En los pueblos de los 70 todos los miembros de la familia tenían su cometido, mucho antes de llegar a la edad laboral. Pero era como jugar. En mi casa, la hermana mayor, Cande, las ovejas, la segunda, las vacas y yo, las yeguas. Para Mariví, quedaba lo más costoso, ayudar a la madre en la casa, aunque tuviera que subirse encima de una banqueta para llegar a la fregadera.
Al principio no teníamos semental y llevábamos las yeguas al caballo de Pepín el de Camasobres. Una vez fui con mi padre, más allá de Sierra de Albas, por encima de Caloca y, como había mucha niebla y sólo oíamos los campanos, él se fue con la yegua a buscar al caballo, me dejó sólo: quédate en este árbol, ni te muevas hasta que yo vuelva, me dijo. Allí pasé, los minutos más largos de mi vida. Tenía 6 años.
No usábamos silla de montar, con un saco y una cabezada de cuerda sobraba. Cuando las encontrábamos, nos montábamos en Rumba. En una ocasión los cuatro a la vez, con el capazo de la comida, rastros y horcas para ir al prao. Alguien puso un rastro delante de la cara de Rumba que empezó a andar en círculo hasta que nos tumbó. Unas risas, para el prao y a los padres, ni palabra.
Una vez, con nieve, llevándola mi padre del ramal, Luzma y yo montados, Rumba metió los cuartos traseros en una zanja, mi hermana y yo como por un tobogán, caímos por el culo…y mi padre ni enterarse.
Otra vez, fui a llevarlas una bolsa de sal que tenía que echar sin que me vieran. Pero me olieron y, si no llego a subirme a una piedra me dan unos buenos lametones. ¡Cuántas veces contaría mi padre este episodio! Pero, con orgullo: mira si fue listo, que se subió a una piedra, decía.
No hace tanto, siendo Rubén Alcalde de la Pernía, me eligió jurado del Concurso de Hispano Bretón. No me hizo falta tener muchos conocimientos porque tenía de compañero a José Abraham, el mejor ganadero de yeguas que ha tenido la provincia. Me dijo: todos los premios, por calidad, los merece Altagracia, la de tu pueblo, pero habrá que reconocer el trabajo de los demás.
Hoy las yeguas y caballos hispano-bretón, nacidos para vivir en libertad, ven como sus dueños tienen que optar entre mantenerlos libres y que el lobo les mate los potros o encerrarlos en una cerca o una nave. Del lobo, ganaderos y urbanitas ya hablamos otro día.
No falten el 16 a la Feria de La Pernía. Buena semana.