Opinión

Acindino, el de Villasur de Ucieza

La Firma de Borja Barba

"Acindino, el de Villasur de Ucieza", la Firma de Borja Barba

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Palencia

Hace unas pocas semanas falleció Acindino, el de Villasur de Ucieza. No fue algo inesperado. El hombre andaba ya enfermo y con achaques, y casi podríamos decir, que se cansó de vivir y de ver cómo el deterioro físico y emocional del que espera una muerte con plazo de ejecución le hacía ir perdiendo esa dignidad superlativa de la que siempre hizo gala. Sin más, y como indicaba su propia esquela, el hombre se cansó de respirar.

Ustedes, como es normal, no saben quién fue Acindino, el de Villasur de Ucieza.

Pero Acindino, el de Villasur de Ucieza, fue un personaje singular. Uno de los que aparecen señalados dentro de la tribu para ser chamán o hechicero. Durante muchos años, y a través de sus curtidas y afanosas manos, pudimos disfrutar de un viaje al pasado. A la manera tradicional de hacer las cosas, cuando no había ni recursos ni maquinaria y con el ingenio y la habilidad se salvaban las dificultades y la escasez. Un hombre acostumbrado a trabajar sin prisas, con mimo y con enorme respeto y cariño por sus orígenes.

Acindino, el de Villasur de Ucieza, fue el penúltimo hacedor, porque me niego a rebajar su condición de artesano llamándole ‘fabricante’, de escriños artesanales.

Con el adiós de Acindino, el de Villasur de Ucieza, además de su conocimiento, llámenlo "know-how" si quieren darle una pátina de absurda modernidad, se ha ido también un pedacito de nuestra historia. Porque él y su arte en la confección tradicional de esos cestos de paja, minuciosamente cosida a mano con mimbres y tiras de cáñamo, eran ya patrimonio inmaterial de nuestra provincia.

En la despedida de Acindino, el de Villasur de Ucieza, el de los escriños, sentí de pronto el pesar de que tal vez no valoramos como debimos hacerlo lo que con su habilidad y su conocimiento era capaz de ofrecernos. Que no sacamos el suficiente pecho por contar entre nuestros vecinos con un guardián de las esencias como él. Un maestro artesano que, en otras tierras, habría recibido homenajes y reconocimientos cuando se deben hacer los homenajes y reconocimientos: en vida y con el homenajeado presente.

A su muerte, nos quedamos con su legado y el recuerdo de todas esas charlas impregnadas de amor a su tierra y su pueblo, Villasur (pero Villasur de Ucieza), plasmado en todos esos escriños que son ahora depositarios de su espíritu y en cuyas tiras de paja prensada aún puedo ver su sonrisa socarrona dibujada.

 
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