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Tararú, el sonido singular que sobrecoge en la Semana Santa de Palencia

Su origen no está claro aunque algunos lo sitúan en la Edad Media

Toque de Tararú de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Palencia / Fuente: veracruzpalencia.org

Palencia

Son solo tres toques, dos cortos más graves y uno muy largo, pero componen uno de los sonidos más sobrecogedores de la Semana Santa Palentina. Es el tararú, un sonido único y singular que solo se oye en Palencia y se emplea durante la semana de Pasión para “llamar” a los hermanos, acompañar a los pasos y saludar a los monumentos.

No es la Santísima Trinidad pero, salvando las distancias, la palabra tararú, sirve en Palencia para nombrar tres cosas: la onomatopeya de un sonido, al instrumento, una corneta de metal alargada que puede llegar a medir más de un metro y que cada cofradía adorna con los símbolos de su hermandad, y al cofrade que lo toca.

Y aunque parezca poco seria, la palabra se ha extendido tanto que en Palencia ya se llama tararú a cualquier cofrade que participe en una procesión y su eco es tan importante que determinó en 2012 la declaración de Interés Turístico Internacional de esta fiesta religiosa que tiene en Palencia más de 500 años de historia.

El origen del tararú no está muy claro, algunos lo sitúan en la Edad Media, pero desde los años cincuenta del siglo pasado la tradición se ha mantenido y se ha convertido en un sonido del que todas las cofradías presumen en sus desfiles procesionales.

En la cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Crucificado y Nuestra Madre Dolorosa cuentan con todo un experto, José Ramos que lleva años convirtiendo la onomatopeya del tararú, -dos sonidos graves cortos y uno más largo que, pulmones mediante, llega a mantener de forma ininterrumpida hasta un minuto- en una pasión que vive desde niño y desde dentro.

Porque si algo hay que tener, además de un buen oído, es unos buenos pulmones. Y también resistencia para tocar esta corneta a la que saca uno de los sonidos más representativos de la Semana Santa de Palencia. "El truco está en mantener el oxigeno para soltarlo poco a poco", explica a EFE José Ramos.

“Pero no basta con soplar”, añade. La cosa requiere su preparación porque hay que hacer redondo un sonido que no tiene nada de sencillo: dos notas graves muy cortas seguidas de una nota dos tonos y medio más aguda que se alarga tanto como den de si los pulmones, porque es en el último donde “tienes que dar el do de pecho”.

Por eso desde enero José Ramos se lleva el tararú (instrumento) a su casa para practicar el ritmo, aunque debe alejarse al campo a tocar para no tentar a la paciencia de los vecinos.

Estos días ensaya en el claustro de San Francisco donde tiene la sede su cofradía. “No puedes soltar el aire de repente porque te ahogas, hay que hacerlo poco a poco y cuanto más bajo mejor suena”, explica a EFE.

“El resto, todo es de oído, porque no tengo ni idea de solfeo, no sé lo que es una fusa ni una semifusa”, continúa mientras añade que hay que ensayar lo suficiente para que los labios se hagan a la embocadura del tararú y poder aguantar el tiempo que duran los desfiles procesionales.

En la cofradía de Jesús Crucificado llevan haciéndolo sonar todas las Semanas Santas desde 1953, asegura el hermano mayor, Antonio Motila. Entonces existía la costumbre de ir a la casa de los cofrades el día antes de la cada desfile para convocarles a la procesión. Es lo que se conoce como "la llamada de los hermanos", otra de las señas de identidad de la Semana Santa palentina.

"Se llegaba a la casa del cofrade, se golpeaba con una vara en la puerta de la casa y con el tararú se llamaba al hermano que invitaba a pasar y a tomar un café o unas pastas”, explica Antonio Motila.

Hoy día la llamada se realiza simbólicamente en la puerta de las iglesias de donde parten las procesiones pero José Ramos tiene vivo el recuerdo de este rito en el que participa desde su infancia.

“No tenía ni 7 años cuando iba con la banda de la Cruz Roja. He tocado de todo, cornetín, corneta de llave, clarín y hasta el tambor”, afirma. Desde hace 20 años es el único tararú de su cofradía, la Penitencial de Nuestro Padre Jesús Crucificado y Nuestra Madre Dolorosa.

Se estrena como tararú experto cada Semana Santa en la madrugada del Lunes Santo, en “la llamada” a los hermanos para la procesión de las Cinco Llagas, y después, durante el desfile junto a la imagen titular de la Cofradía, el Jesús Crucificado de Alejo de Vahia (s.XIV), “una imagen preciosa que solo sale con cuatro faroles”, asegura.

Durante el desfile que organiza su cofradía tocará el tararú unas cuantas veces, aunque no siempre completará los tres toques. Lo tiene todo preparado, la túnica y el capillo blancos con la capa azul de los hermanos, con la única diferencia de que su capillo tiene un agujero a la altura de la boca para hacer sonar su tararú sin tener que levantar el capillo cada vez que sopla, como ocurría antes.

Después del Lunes Santo lo hará sonar en otros desfiles subrayando la emoción de algunos momentos, cuando se saluda a los pasos o al pasar por las iglesias o al llegar a puntos emblemáticos de la ciudad.

Este año se llevará a alguno de los niños de la cofradía, para que vaya aprendiendo a tocar la corneta, porque, aunque a sus 62 años esté en plena forma, sabe que hay que ir dando paso a los más jóvenes para que las tradiciones no se pierdan.

 
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