De terraceo otoñal
La Firma de Elisa Docio
"De terraceo otoñal", la Firma de Elisa Docio
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Palencia
Quien más quien menos sabe, sabemos, por experiencia lo agradable que es sentarse en la terraza de un bar y pasar un buen rato de cháchara con las amistades. Siempre lo fue, aunque en nuestro clima invernal desaparecían como aterrorizadas por la caída de las hojas. Pero llegó la famosísima pandemia que, junto con tantas novedades, ha afianzado otras formas de socializarnos al aire libre. A la fuerza ahorcan, dirán algunos.
Hace unos años nos chocaba ver en ciudades europeas, mucho más frías incluso que las nuestras, que se mantenían durante todo el año. Veíamos a ciudadanos holandeses, polacos, alemanes… allí sentados bien abrigados, con sus pieles y bufandas, con una sopita o un café caliente en las manos enguantadas aprovechando las pocas horas de luz natural. Incluso, ya de noche a las cinco de la tarde en pleno invierno, algunas terrazas alegremente iluminadas, con estufas y mantitas disponibles invitaban a sentarse.
Y nos llegó. Casi siempre los deseos se cumplen. En pocos meses el paisaje urbano de nuestra ciudad cambió. Las terrazas se expandieron al ritmo en que los hosteleros se esforzaron, y mucho, por sobrevivir a las restricciones y poder mantener su negocio. Una mención de honor habría que darles. Han aguantado los cierres temporales y las limitaciones de aforo, al tiempo que nos daban ese servicio, casi público, casi social diría yo, de distensión psicológica, al facilitarnos un lugar donde encontrarnos con otras personas para calmar la ansiedad del aislamiento y el pánico a lo desconocido.
Terraceo, terracear, son términos coloquiales que han crecido con la pandemia y los hemos incorporado a nuestro hablar cotidiano.
Creo acertado que el ayuntamiento permita mantener esas recrecidas terrazas. No entiendo a quienes se oponen alegando que restan unos aparcamientos de coches o que ocupan parte de las aceras que son, dicen, para los peatones. Si perseguimos los negocios, sufridos pequeños negocios, luego no nos quejemos de la ciudad vacía, de la que cada día cierra un local, de la ciudad fantasma en vías de extinción.