Opinión

Defender la lengua de Cervantes

La firma de Rosa Alcubilla

Defender la lengua de Cervantes

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03:04

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Aranda de Duero

Esta semana he regresado del otro lado del Atlántico con la misma impresión que otras veces: son los hispanohablantes de América los que están defendiendo el castellano, la lengua de Cervantes, una de las lenguas más habladas del mundo, además de ser la tercera en uso en internet.

Me gusta que en América usen la palabra “parqueo” y no parking, y que entre las señales de tráfico esté el “pare” o “alto” en lugar de nuestro stop. Siguen utilizando allí palabras que aquí hemos olvidado, que podemos pensar que son anticuadas, y manejan una mayor riqueza de léxico, más diversidad de términos y expresiones.

Me parecen más poéticas, evocadoras o sugerentes las palabras que escucho en algunos lugares al otro lado del Atlántico como pupilentes en lugar de lentillas, anteojos por gafas, aeromoza por azafata, dulcería al referirse a una pastelería, o cubrebocas en lugar de mascarilla. En su contra debo señalar también que la cercanía a EEUU les hace imitadores de su lenguaje, y por eso se desean un estupendo weekend (fin de semana), o van de shopping al mall (o sea, van de tiendas al supermercado), o se reconocen singles (solteros o solteras).

Lo que sí compruebo cada vez que voy a América es la mayor capacidad de escucha de la gente. Tal vez la vida acelerada e individualista que llevamos aquí, por no decir egocéntrica, no nos permite detenernos y escucharnos.

Está claro que el lenguaje es algo vivo y en continua evolución, sin embargo me cuestiono hacia dónde vamos con la invasión de extranjerismos y anglicismos. Si estamos atentos a nuestras conversaciones cotidianas comprobaremos que continuamente metemos palabras como influencer, selfie, cheeseburger o googlear. Los neologismos se admiten cuando no hay otra palabra en nuestro idioma que exprese lo mismo, como es el caso de emoticón o clickear, y enriquecen el idioma; el problema es cuando son innecesarios y chirrían.

Por otro lado, y siguiendo con la idea de depurar nuestra forma de hablar, a veces recurrimos a palabras que son comodín y explican poco lo que queremos expresar, por ejemplo “guay”, en lugar de sustituirlo por divertido o atractivo, o flipar por sorprender. Igual nos pasa con palabras de uso cotidiano como postureo o potente, cada vez más socorridas y que no definen ni concretan nada.

También hemos llenado nuestras conversaciones de anglicismos como low cost (bajo coste), online (en línea), partner (socio), coach (orientador). El vocabulario español es extenso y rico, sólo es cuestión de ponerlo a nuestro servicio. Con tanta palabra externa en lugar de “cool” (elegante y distinguido), podemos terminar siendo pedantes. Nuestro lenguaje posiblemente se está empobreciendo.

No me considero purista ni académica, ni voy a abanderar una cruzada, tampoco pretendo crear una alarma. Mi llamada de atención es para enriquecer nuestro castellano y que nos expresemos mejor. Olvidemos el archipopular “ok” o “vale” y volvamos al “bien” o “de acuerdo”. Todo es proponérselo.

 
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