Islas de biodiversidad: el desbroce de los rosales de la ribera del río Tajo en Toledo

Toledo (Toledo)

Estos días caminando por las zonas verdes de Toledo nos ha llamado la atención las cuadrillas que están cortando todos los rodales de hierbas silvestres que ya se han secado en zonas como la Senda del Tajo. Es entendible en términos de prevención de incendios, pero es una pena porque esas zonas son las que albergan una gran diversidad de insectos y plantas.

Últimamente es noticia el creciente número de ciudades que proponen la progresiva naturalización de los espacios urbanos con medidas como las “islas de biodiversidad”. Estas islas son cada vez más habituales y necesarias en nuestras ciudades para poder naturalizar el medio urbano para obtener el beneficio de ciudades más verdes y además utilizarlas para la educación ambiental del ciudadano a través de paneles informativos. Así el ciudadano conocería la gran riqueza ambiental que se esconden en estos pequeños prados.

Las “islas de biodiversidad” son rodales esparcidos por las zonas verdes o colindantes al medio urbano donde se mantienen las especies silvestres autóctonas. El hecho de que cada vez sean más las ciudades que se animan a introducir estas políticas es porque se quieren buscar estrategias económicamente viables que mitiguen los efectos del cambio climático. Ciudades como Paris, Londres o Nueva York ya las han introducido y no solo funcionan, sino que, estética y funcionalmente, mejoran la vida de los ciudadanos. Es cuestión de tiempo que estas medidas se implanten en ciudades como Toledo.

La apuesta por mantener asilvestrados estos pequeños rodales está motivada porque, a pesar de su tamaño, constituyen una importante herramienta en la mitigación de los efectos del cambio climático, son espacios resilientes, que mejoran la calidad del aire que respiramos y el nivel de humedad, o regulan las variaciones de temperatura para mitigar el efecto de las “islas de calor” que constituyen los entornos urbanos. Además, la naturalización de los espacios verdes implica un menor número de siegas, lo que se traduce en una reducción del consumo de combustibles fósiles, así como en una importante reducción del ruido que generan. La creación de esos pequeños ecosistemas con flora y microfauna reducen la incidencia de plagas que afectan a los árboles, ahorrando en el uso de plaguicidas (que también repercuten en nuestra salud), se incrementa la permeabilidad del suelo, y los microorganismos asociados al mismo mejoran el sistema radicular de los árboles, redundando en la salud del arbolado.

Estas iniciativas no suelen estar exentas de polémica al implantarse, pues la proliferación de vegetación silvestre se asocia a una falta de cuidado o limpieza. Debemos abandonar la idea de que los espacios verdes deben ser una alfombra de césped cortito, sin vida de ningún tipo, algo que se ha demostrado insostenible. Los entornos urbanos cobijan gran cantidad de especies (aves, murciélagos, invertebrados, y vegetación) que es necesario conocer, proteger y fomentar. Por último, para aquellos que disponen de un jardín, recordad que esta iniciativa también se puede aplicarse a nivel particular. Cuestiones tan sencillas como dejar un área del jardín sin segar, permitiendo la floración de especies silvestres, os proporcionarán numerosas ventajas que beneficiarán vuestra salud y la de vuestro jardín, así como el privilegio de disfrutar de especies autóctonas que no toleran las siegas periódicas.

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