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Agua y conciencia: hacia un consumo responsable para un futuro sostenible

¿Cuál es nuestra relación actual con el agua? ¿Ha cambiado mucho esto en las últimas décadas? ¿Dónde están los problemas mayores de consumo? ¿Qué podemos hacer?

'La memoria de la tierra' en Hoy por Hoy Cuenca: agua y conciencia

'La memoria de la tierra' en Hoy por Hoy Cuenca: agua y conciencia

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Cuenca

En el espacio de radio La Memoria de la Tierra que emitimos los miércoles cada quince días en Hoy por Hoy Cuenca hablamos esta vez del agua, de cómo ha sido nuestra relación histórica con ella pero, sobre todo, cómo es nuestra relación actual. Es una reflexión de Eduardo Bollo, miembro de Vestal Etnografía y de la asociación cultural Los Ojos del Júcar.

EDUARDO BOLLO. El agua es ese líquido indispensable aunque despreciado del que depende la vida en nuestro planeta. También nuestra vida. Quiero dar una visión amplia de cómo son nuestros consumos en la actualidad, y cómo eran apenas hace unas décadas, donde ya fuera por falta de capacidad o por conciencia, no medioambiental, si no de dependencia de nuestro medio y entorno, se respetaban más los ciclos naturales del agua.

Hace apenas unos meses, en una fría mañana de invierno, nos levantamos con la noticia de restricciones de agua en Cataluña. Atemorizados todos y todas sobre la ya probable posibilidad de no poder contar con innumerables piscinas donde refrescarnos en verano, empezamos a despotricar y lamentarnos sobre el cambio climático.

Muchos municipios ribereños del entorno de Entrepeñas y Buendía tienen que ser abastecidos en verano por camiones cisterna. / Ayto Sacedón

Si bien es cierto que este efecto está produciendo subidas de temperatura, mayor variabilidad estacional de las lluvias y una mayor evaporación, no creo que ahí esté el verdadero problema. El problema es un sistema económico que depreda los recursos por encima de la capacidad de regeneración del propio planeta, con una serie de dolorosas consecuencias ambientales.

En fin, esta sequía que tanto escuchamos, aunque cierta, no deja de ser la cabeza de turco de un problema más profundo, y que poca gente, y menos aún instituciones, se atreve a atajar: consumimos agua de manera desorbitada.

El consumo de agua actual

El problema de fondo, el fundamental, es que consumimos mucha agua como sociedad. ¿Ha cambiado mucho esto en las últimas décadas? ¿Dónde están los problemas mayores de consumo? Sí, esto es una tendencia que existe, principalmente, desde la Revolución Verde, desde los años 50-60 del siglo pasado. Un dato es claro: el consumo mundial de agua se triplicó desde 1950 hasta el año 2006.

España, sin duda, ha seguido también esta tendencia de los países “desarrollados”. El aumento de nuestra huella hídrica (que mide la cantidad de agua necesaria para producir todo lo consumido por una población ) es evidente: desde el año 1996 al 2011, se ha pasado de una huella de 5.800 a 6.700 litros por persona y día. Eso teniendo en cuenta que ya a finales de los 90 el consumo de agua era completamente desorbitado si lo comparamos con la situación de primera mitad del siglo XX. Por eso, cuando escuchamos que nuestro consumo es de unos 130 litros por persona y día, sólo se refiere al consumo domiciliario que proviene de la red de suministro, prácticamente anecdótico comparado con los consumos agrícolas (en torno al 70% de la huella hídrica) o industriales (20%).

Industria agroalimentaria

La industria agroalimentaria es la principal causante del problema de abastecimiento de agua y la respuesta es clara: el problema está en el regadío en exceso y en la reconversión industrial de la ganadería. Sin embargo, en muchas estadísticas, a simple vista, este consumo no se observa, al igual que pasa con el industrial, pues ambos hacen captaciones directas a ríos, embalses, canales o acuíferos, sin formar parte de la red de abastecimiento urbano y, por tanto, sin pasar por los contadores de las empresas que gestionan el agua, aunque sí por los datos de la Confederación Hidrográfica correspondiente (a no ser que hagan pozos ilegales, que tampoco es ninguna excepción).

Algunos datos que corroboran este hecho: el agua de riego se ha quintuplicado en siglo y medio, llegando a un consumo de 15.833 hectómetros cúbicos en 2012. Seguro que para algún oyente esto le parece lógico, incluso positivo, considerando el “progreso” del último siglo. Pero hay que dejar claro que los ríos y acuíferos son los mismos, si no menores debido al efecto del cambio climático. Por supuesto, el avance en cuanto a superficie de regadío ha sido acorde, triplicándose desde 1900. Todo ello, acompañado de la proliferación de embalses con los que nutrir a las comunidades de regantes.

Palomares de Campo, Cuenca, Greenpeace despliega una pancarta gigante en el acueducto de Gigüela (Cuenca) para denunciar que no hay agua para tanto regadío. / PEDRO ARMESTRE

Nuestra relación con el agua

Si hemos dado esos datos de cambio a lo largo del último siglo es porque antes nuestra relación era muy diferente. Según un informe de Greenpeace, hoy en día el 44% de las masas de agua subterránea en España se encuentra en mal estado. Hablamos de 353 masas de agua subterránea en mal estado. El 27% de las masas de agua subterránea en España se declara en mal estado cuantitativo, por una sobreextracción, el riego en exceso. El 30% están en mal estado químico, por contaminación, principalmente de nitratos, tanto por la agricultura como por la ganadería industrial. Y el 14% se declara en mal estado por ambas razones.

Antes, sin embargo, los consumo y los vertidos si eran los adecuados para el propio ciclo natural del agua.

En cuanto a la ganadería, era principalmente extensiva, aprovechando en los montes los amplios pastizales y las aguas de los propios arroyos, con muy bajo impacto medioambiental. En la Mancha, incluso, se recurrió a una técnica curiosa: crear humedales semiartificiales, mediante cespederas (muros de tierra) para favorecer la aparición de pastizales para el ganado. Estas acciones humanas no tenían mucho impacto en el ciclo biológico.

En cuanto al riego, si había río se desviaba un pequeño caz por acequias a las huertas (eso sigue en muchos pueblos). Pero las huertas siempre estaban en las inmediaciones del río y no ocupaban muchas hectáreas. Las justas para cultivar las hortalizas necesarias para la alimentación de la población residente. En la Mancha, con menos agua superficial, se excavaban pozos someros y se extraía agua mediante norias.

En fin, soluciones de bajo impacto, donde lo que dominaban eran las tierras de secano de cereal y viña, y ante todo los eriales. Como decía, ya fuera por falta de capacidad o por conciencia de dependencia de nuestro medio y entorno, se respetaban más los ciclos naturales del agua.

Imagen del embalse de Contreras (Cuenca) en febrero de 2022 / Cadena SER

¿Qué podemos hacer?

No nos queda más remedio que adoptar estrategias de mitigación al cambio climático, pero también de adaptación, y en ambas podemos sacar valiosas lecciones y pistas de los conocimientos que nos ha legado la cultura rural.

Respecto a las consecuencias que ya sufrimos, tenemos que adoptar estrategias de adaptación, como el uso de tecnologías sociales o apropiadas, de bajo impacto y coste, que estén diseñadas al entorno donde vivimos. Podemos captar el agua de lluvia en todos los edificios, implantar filtros verdes de depuración en todos nuestros pueblos, recuperar el secano como sistema agrícola predominante o apostar por la ganadería extensiva.

Pero también debemos combatir el cambio climático con estrategias de mitigación. Y la solución más sencilla y evidente, aunque a muchos (políticos, empresarios, etc.) no les entre en la cabeza, es el decrecimiento. Menos consumo de agua, de energía. Porque podemos vivir sin comprar tanto, sin tener de todo. Porque podemos consumir alimentos ecológicos, de cercanía y temporada. Porque podemos dejar de comer carne hasta en sueños. Porque podemos remendar nuestras ropas viejas. Porque podemos usar la bicicleta para ir al bar de enfrente.

Porque para el agua no existen ni sectores económicos ni fronteras administrativas. Sólo entiende de ciclos, factores físico-químicos y cuencas o acuíferos por las que discurrir o esconderse. El acuífero está donde está, la nube descarga donde desea. La naturaleza es caprichosa. Y ella, al final, siempre gana.

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