La Leyenda de la judía Sara
La Guía Oficial de Turismo de Ciudad Real, Raquel Méndez, habla de una de las leyendas más bonitas y más desconocida de Ciudad Real
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Curioseando | La leyenda de la judía Sara
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Ciudad Real
Se va aproximando cada día más la Semana Santa y me parece un bueno momento para traer a la memoria una de las leyendas más bonitas y a la vez más desconocida de Ciudad Real.
Una imagen de una antiguo Nazareno salía en la noche, de madrugada, cada Viernes Santo. Salía del viejo convento de los Dominicos situado en la Calle Compás de Santo Domingo de Ciudad Real. No muy lejos de allí, en la Calle Lirio vivía el rico comerciante judío Efraín, muy conocido y reputado en el Alcaná (el mercado). Efraín tenía una bella hija llamada Sara la cual poseía una penetrante mirada.
Un buen día, o mejor dicho, un mal día, la Santa Inquisición (Tribunal establecido en la ciudad de 1483 a 1485) acusó a Efraín de judaizar, de seguir practicando la religión judía, también de hereje. Fue encerrado en esas terribles mazmorras donde sufrió en sus carnes los métodos del Santo Oficio para obtener información de los reos, todo tipo de torturas. Muere de manos de la Inquisición y por ello Sara queda huérfana y muy triste. Se dice que ni la más profunda tristeza en la que quedó sumida pudo arrebatarle ni un átimo de su increíble belleza.
El Santo Oficio no era la única institución que por aquel entonces se encargaba de impartir justicia en Ciudad Real. También existía la Santa Hermandad con cárcel frente a la Puerta del Perdón de la Iglesia de San Pedro. Entre los famosos cuadrilleros de la Santa Hermandad se encontraba dando servicio como capitán un noble muchacho cristiano llamado Francisco Poblete.
Un día iba Sara caminando por la calle con paso ligero de camino a su casa cuando se cruzó con Francisco el cual quedó prendado de ella ante el hechizo de sus ojos y su gran belleza. Tras intentar hablar con ella en varias ocasiones, por fin, una tarde el Capitán Poblete consigue entablar una conversación con la bella judía. Desde esa conversación, desde ese momento, ambos quedaron ciegos por una inconfesable pasión amorosa. Así que cada noche Francisco acudía bien entrada la noche a visitar a la hermosa hebrea. Visitas, por supuesto, clandestinas, ya que, como buen cristiano, no pintaba nada a esas horas, ya bien entrada la noche, transitando por las calles del barrio de la judería, también llamado Barrionuevo.
Los dos enamorados, conscientes del peligro de sus encuentros furtivos intentaban ser cautos y verse a escondidas, pero, pronto, comenzaron a circular los rumores sobre las visitas que el Capitán Poblete efectuaba a la casa de la judía. Francisco realizó varios intentos de persuadir a Sara que se convirtiera al cristianismo, intentos que fueron en vano, ella recordaba que su padre había muerto defendiendo su religión. Sin embargo, el amor que se profesaban el uno al otro no disminuía, al contrario, sin poder ni querer evitarlo, cada vez se amaban más y más.
Y es ahora cuando entra en esta historia ese Nazareno, al que Poblete veneraba con fervor, se encomendó a él para que intercediese por la conversión de Sara. Ella cada noche, lo esperaba junto a la reja de su ventana para conversar juntos largas horas hasta que los primeros rayos de sol despuntaban y Francisco tenía que marchar.
Un día, una desgraciada noticia cae sobre la pareja como un jarro de agua fría. El rey mandó a llamar a los cuadrilleros de la Santa Hermandad para que acudieran a la frontera de Andalucía en la lucha contra los musulmanes. Francisco tiene que partir y deja sola a Sara, desolada tras su partida, agarrando esas rejas cada noche entre sollozos y lamentos. Cuando Poblete se despide de ella, le entrega una estampita del Padre Jesús Nazareno para que la proteja y le ayude a superar su ausencia. Antes de partir, el Capitán le confiesa su verdadero amor a su madre y desde ese momento cada día su madre acude a visitar a Sara para consolarla. Desde la partida de su amado, Sara no quería probar bocado, cada día estaba peor de salud, sus días se hacían interminables pensando en la suerte que podía correr Francisco, si estaría vivo o no.
Sin saber muy bien ya qué hacer, Sara se encomendó a esa imagen de Jesús Nazareno que Poblete le dejó. Estando ya muy débil, le dijo a la madre del capitán que presentía su propia muerte y que si esta ocurría y no llegaba a ver más a su hijo, a su amado, que por favor le dijese que había rezado a Jesús.
Yacía Sara muy enferma en su cama y llegó la Semana Santa. La procesión del Nazareno salió del Convento de Santo Domingo, y al pasar la imagen por la reja de la ventana de Sara el Nazareno se detuvo y no podían moverla, por más intentos que hicieron los costaleros no eran capaces de moverla. De pronto, al ver la imagen por la ventana mientras estaba tumbada, sacó fuerzas de donde pudo, se puso de rodillas junto a la ventana y le rezó, rezó muy fuerte confesando al Nazareno que ella ya era cristiana, que se había convertido y que si Francisco volvía a su lado, se unirían en santo matrimonio allí en su iglesia de Santo Domingo frente a él.
Pero al terminar el rezo Sara, agotada exhaló su último suspiro y con él entrego su alma a Dios comenzaron a poder mover al Nazareno, el cual se alejó lentamente de la ventana de la casa de Sara. Cuando la madre del Capitán envió la noticia a su hijo, que Sara había muerto de amor pero había muerto cristiana Francisco se sintió morir por dentro, de hecho encontró la muerte a los pocos días en una batalla contra los musulmanes. Desde entonces, cuenta la tradición que durante muchos años no se hablaba de otra cosa que de la conversión de la bella judía que protagonizó el Padre Jesús de Nazareno detenido ante su ventana.