La corrupción como sistema

Toledo

Yo preveía que cuando ustedes leyeran o escucharan este artículo José Luis Ábalos habría dimitido. Sobre todo, porque tampoco veía otra salida. Pero no, su decisión ha sido pasarse al grupo mixto en el Congreso. Una decisión incomprensible para mí. El hecho de no estar imputado en una trama delictiva, al menos de momento, no te inhibe de la responsabilidad política, moral y ética de dejar campar a sus anchas a un sinvergüenza, a dos a tres, que han hecho negocio con la angustia y la incertidumbre de la gente. Hay que conseguir que caiga quien tenga que caer, yo creo que en eso estamos todos de acuerdo. Pero que vengan a darnos lecciones de moralidad los que salían en los papeles de Bárcenas, con sus nombres y apellidos, los que pagaron y cobraron durante años con dinero B , los que dejaron morir solos y desamparados a miles de ancianos durante la pandemia porque total “se iban a morir igual”.

Eso no, por ahí no paso. Si en el PSOE o en el Gobierno de Sánchez hay o hubo una trama corrupta, que paguen los culpables, pero el PP, el único partido político condenado por ser en sí mismo una organización criminal no puede dar lecciones de nada. ¿Saben lo más grave de este asunto? Que habría que investigar y auditar cada una de las compras, de los contratos y de los pedidos que se hicieron a nivel nacional, autonómico y local, durante la pandemia. Mientras muchos temían por sus vidas o por las de sus familiares mayores y vulnerables, otros hacían caja cobrando las mascarillas diez veces más caras o saltándose el orden establecido cuando aparecieron las vacunas. Y no crean que esto pasa solo en las altas esferas, no crean que los corruptos son solamente los que se embolsan millones de euros. El problema de nuestra sociedad es que la corrupción está instalada desde los escalones más bajos a la cúspide de la pirámide; porque cada uno roba lo que puede, pero roba. Entre el que manga los folios de su empresa para llevárselos a casa, porque “total por un paquete de folios no pasa nada” hasta el que se embolsa millones de euros haciendo negocios turbios o pagando favores por tener un cargo de relevancia solo hay una diferencia: la rentabilidad del negocio.

El que se deja sobornar con vino y comidas y el que se deja sobornar con maletines llenos de billetes hace exactamente lo mismo, en distinta escala pero lo mismo. Evidentemente que si uno ostenta un cargo público se añade el agravante de que nos roba a todos, no solo a unos pocos. Pero lo grave, al menos para mí, es que la corrupción lo impregna todo, desde lo más pequeño a lo más grande. Me gustaría comprobar la calidad moral y la honorabilidad de muchos de los que andan por ahí ladrando. Es una opinión de una Toledana de Toda la Vida.