Lo que no se nombra del 'campo español'
La firma de opinión de la catedrática de Trabajo Social de la Universidad de Castilla-La Mancha, María José Aguilar
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Albacete
“Continúan las protestas del campo español”: este sigue siendo un titular recurrente en los medios de comunicación.
Pero el campo español no solo son los impresionantes tractores y los hombres con chalecos que los conducen.
El campo español son las explotaciones familiares en peligro de extinción y son también los fondos buitre (llamados de inversión) que lo corroen: porque el campo español son estas explotaciones familiares pequeñas y medianas, que si en los años 50 podían mantener a una familia con 40 hectáreas de cereal, ahora necesitan 200 hectáreas para lograrlo. Pero los agricultores no pueden ampliar la superficie que poseen. Los que sí están comprando suelo agrario para explotarlo (turísticamente, por ejemplo), son los grandes fondos buitre (llamados de inversión) a los que el campo del importa un pito.
Pero el campo español es mucho más que todo eso: por la enorme diversidad que entraña en tipo de explotaciones, usos del suelo y problemáticas específicas.
Y es mucho más que todo eso que vemos en la televisión y mucho más de lo que nos cuentan, porque el campo español son especialmente las mujeres que sostienen buena parte de las explotaciones familiares agrícolas y ganaderas. Esas que no se nombran y que no vemos.
Y porque el campo español es también uno de los mayores campos de esclavitud, explotación y desposesión. Les pongo solo tres ejemplos de esclavismo en el campo español de estos últimos cinco días:
El principal empresario agrícola de Mallén (en Zaragoza) tenía esclavizadas a numerosas personas extranjeras a quienes obligaba a trabajar 70 horas semanales sin descanso. Hay 43 personas detenidas por participar en esta trama delictiva de explotación y esclavismo moderno.
El miércoles pasado la policía liberó en Sevilla a 21 personas (la mayoría mujeres) víctimas de explotación laboral en el campo, que trabajaban sin poder comer ni beber. Se detuvo a 15 personas por un delito de trata de seres humanos.
Y ayer mismo supimos por la Inspección de Trabajo que más de 15.000 empleos en el campo de Huelva son fraudulentos. Las infracciones aumentaron un 135% en el último año. Estamos hablando de un sector agrícola que representa el 8% de PIB andaluz con 100.000 personas trabajando, la mayoría mujeres.
En Albacete y Castilla-La Mancha también en los últimos meses ha habido detenciones en el campo por delitos de trata de personas con fines de explotación laboral.
Y el campo español también son los asentamientos de la vergüenza. En Huelva, Almería, Lleida y también en Albacete.
Aquí desde 2005, que se dice pronto, seguimos impasibles sin que las administraciones públicas y los agentes sociales responsables (empezando por los empresarios agrícolas) hagan nada para terminar con esta situación ignominiosa que debería avergonzarnos a todos.
El Obispado de Albacete lleva años recibiendo peticiones de grupos cristianos comprometidos, para que permita utilizar decenas de plazas vacíos en el seminario que permitirían alojar con dignidad, al menos a una parte de los temporeros y temporeras del campo que durante varios meses malviven en asentamientos sin alternativa habitacional. Tengo la sensación que el Obispado se dedica a deshojar la margarita (ahora sí, ahora no), cuando debería tener bien claro eso de “bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”. No sé a qué están esperando para aplicar el evangelio que tanto les preocupa difundir.