Opinión

Más sensatez

La firma de opinión del catedrático de Producción Vegetal de la Universidad de Castilla-La Mancha, Jorge de las Heras

'Más sensatez', la opinión de Jorge de las Heras

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Albacete

En la última década, la superficie que hay en España destinada al uso agrícola no ha variado. Cerca de 24 millones de hectáreas en las que se producen todo tipo de cultivos: frutales, viñedos, olivares, pastos...

Sin embargo, durante este mismo periodo, nuestro país ha perdido 20.000 agricultores y ganaderos. Pequeños agricultores y ganaderos, claro. En 1999, el 54% de la tierra agrícola estaba en explotaciones de más de 100 hectáreas, esta proporción aumentó hasta el 55% diez años más tarde y, en 2020, los macro cultivos ya suponían el 58% de toda la superficie agrícola de España.

Este descenso no es, ni mucho menos, exclusivo de España. En el conjunto de la Unión Europea ha desaparecido un 37% de las pequeñas explotaciones agrícolas en los últimos 15 años. Los cultivos son cada vez más grandes y están en menos manos. Si eres un gran terrateniente, te respalda un fondo de inversión y cobras las subvenciones de la PAC, vives bien o muy bien.

Los márgenes de beneficio de las grandes empresas agrarias han aumentado en la crisis de inflación y este tipo de sociedades sí crecen en número. Las industrias y la distribución presionan para que haya explotaciones cada vez más grandes y controlables. Entre los productores, los distribuidores, los intermediarios, los fondos buitre y los consumidores (sí, los consumidores también), hemos creado un monstruo que está acabando con las explotaciones familiares, está generando productos de calidad mediocre y, para colmo, está contaminando el suelo y el agua. Hablando de agua, cómo es posible que España sea el primer productor de fruta tropical de Europa, si no hay agua para tanto mango y aguacate. Pues lo es, aunque ello haya supuesto el agotamiento de los recursos hídricos de media provincia de Málaga.

El campo español es esclavo de un sistema de producción que necesita máquinas, fertilizantes y fitosanitarios muy caros, de una cadena de distribución que manejan cuatro intermediarios aprovechados, y de unos consumidores que demandan melones en febrero. Las consecuencias están a la vista. Hace años, en un estudio de la calidad de las aguas subterráneas de nuestra provincia, la cantidad de nitratos era anormalmente elevada y llegamos a constatar la presencia de residuos de plaguicidas.

Algunos, habían dejado de utilizarse hacía más de treinta años. Sin embargo, hay un sistema de producción agrícola y ganadera que no sólo sobrevive a la tiranía de la agroindustria, sino que crece año a año. En España, hay más de 2.700.000 hectáreas de agricultura ecológica.

Castilla-La Mancha es la segunda región de España, detrás de Andalucía, en este tipo de producción, que no utiliza plaguicidas nocivos, y que mira al suelo y al agua como aliados, no como un recurso infinito susceptible de expolio.

Cuando escuchen frases del tipo “hay agua para todos” o “el cambio climático es mentira” o, “el fundamentalismo ambiental de la Unión Europea nos ahoga” o “la Agenda 2030 es la ruina del campo español”, piensen que, casi con toda seguridad quienes las pronuncian, o no han visto una mata de tomate de Ayna en su vida, o tratan de confundir de manera interesada a quienes los cultivan.

Los agricultores y ganaderos son víctimas de un sistema insostenible. No ayudemos a su desgracia comprando melones en febrero o tomates de países donde la trazabilidad del producto es una opción y no una obligación, como sí ocurre en Europa.

 
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