Opinión

Democracia

La firma de opinión del abogado, decano del Colegio de la Abogacía y vicesecretario general del Colegio de Abogados de España, Albino Escribano

Albino escribano, decano del Colegio de la Abogacía de Albacete / Cadena SER

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Albacete

Esto de la democracia está muy bien. Pero parece que para algunos sólo está bien cuando le favorece.

Hay personas que no aceptan el sistema democrático y nos puede parecer bien o mal, pero sin duda su actuación en contra puede ser coherente con ese criterio.

Pero hay otras que aparentemente si aceptan el sistema democrático, y cuando no es conforme a sus intereses, bien porque no son elegidos o porque no resultan elegidos sus preferidos, les resulta complicado aceptar que ese es el principio básico: la elección mayoritaria. Incluso se oye a algunos proferir una expresión, propia de quienes no aceptan el sistema democrático. La expresión es “no me representan”.

Aceptar que uno o su criterio no es el preferido de la mayoría es difícil, pero la democracia es un conjunto de reglas y principios, no sólo aquellos que nos gustan, aunque duela.

La elección democrática determina la legitimación de las instituciones, y la asunción de las reglas democráticas determina la legitimación de los elegidos. Si no se reconoce ese principio, si no respetamos a las instituciones o la elección surgida de sus principios, aflora en nosotros el virus del totalitarismo.

Al propio tiempo, la actuación de los elegidos no carece de límites. Para empezar, el respeto a las instituciones que representan y a los principios básicos que las rigen. Lo contrario, la utilización de las instituciones para ir en contra de sus principios esenciales, ha dado y da lugar a sucesos lamentables. La historia y la realidad actual contienen buenos ejemplos.

En derecho se prohíbe el fraude de ley, que trata de impedir aquellos actos realizados aparentemente al amparo de una norma pero que persiguen un resultado contrario al ordenamiento general.

El concepto y su idea es bastante claro, aunque a veces el límite es difícil. Pero tan fraudulento es no reconocer la legitimación de los elegidos como la utilización de la elección para fines contrarios al sistema y a las instituciones que sirvieron para ella.

 
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