Silvicultura

Albacete

Si la agricultura comprende la ciencia y la técnica de los cultivos de especies de interés alimentario, la selvicultura es el equivalente aplicado a los bosques. La dificultad de manejar bosques y matorrales es grande.

Por un lado, se trata de ecosistemas de largo recorrido, con especies principales generalmente longevas, expuestas a cambios que pudieran no haber sido considerados por el selvicultor.

Por otro, los bosques son la base de la diversidad del medio natural.

Errores en el manejo de los bosques puede acarrear graves consecuencias en la conservación de suelos, el ciclo del agua, biodiversidad, calidad del aire, nutrientes y la fijación de carbono. Hoy los científicos forestales se encuentran en una encrucijada. Estudian sistemas sometidos a perturbaciones originadas por el cambio climático, cuyas consecuencias aún no han dado la cara.

Nuestros pinares, encinares, alcornocales, romerales, jarales, tomillares, cubren casi la mitad de nuestra región, y, sin embargo, no gozan de la atención por parte de políticos y gran parte de la ciudadanía, que viñedos y olivares, por poner un ejemplo. Son menos productivos, dirían muchos. En efecto, el valor de la producción directa de una hectárea de viñedo supera con mucho el valor de la madera que se puede obtener de un pinar.

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Sin embargo, los productos de un bosque trascienden con mucho este aprovechamiento más inmediato. Un bosque genera madera, por supuesto, pero también otros muchos servicios ecosistémicos que hoy día se empiezan a cuantificar y monetizar.

La pasada semana, tuvo lugar la III reunión de la Red de Selvicultura Adaptativa al Cambio climático en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, y de Montes y Biotecnología de Albacete. En estas jornadas, coordinadas por nuestra universidad, participaron más de 30 grupos de investigación de Universidades, Consejo Superior de Investigaciones Científicas y centros de investigación regionales de nuestro país, y en ellas se debatió sobre el manejo de los bosques en diferentes escenarios de cambio climático.

Se ha de conseguir, por ejemplo, un equilibrio entre la cantidad de carbono que un bosque es capaz de fijar (y, por tanto, retirar de la atmósfera), y la cantidad de agua que la vegetación bombea y devuelve a la atmósfera por transpiración. Los árboles y los matorrales son nuestras herramientas naturales para reducir el impacto del cambio climático, pero, a la vez un pino mediano es capaz de bombear más de 150 litros diarios de agua.

Imaginemos que, tras un gran incendio, hemos llegado a registrar densidades de más de cien mil pinos por hectárea (y aún hay quien quiere repoblar), lo cual implica la absorción y bombeo de enormes cantidades de agua de los suelos. Por otro lado, millones de hectáreas de bosques están hoy día muriendo en Centroeuropa, Canadá, Siberia, debido al debilitamiento producido por el aumento de temperaturas y el descenso de las precipitaciones.

Hay propuestas que abundan en la introducción de especies de zonas más cálidas y secas en latitudes más septentrionales. En nuestro caso, por ejemplo, especies del norte de África.

Se trata, en definitiva, de toda una revolución en el ámbito de la selvicultura, promovida por los efectos del cambio climático, cuyo objetivo final no es otro que hacer más resilientes nuestros bosques, o lo que es lo mismo, prepararlos para un calentamiento global que ya tenemos encima. Las consecuencias que sufrimos y sufriremos derivadas del mismo, pueden ser paliadas por nuestros árboles y arbustos.

Aquí cuentan todos: los de nuestros montes y también los de nuestras ciudades, los que forman bosques y matorrales, y los que producen frutos que comemos. Se puede decir que, nunca en nuestra historia la humanidad dependió tanto de los bosques. Ya lo sabemos, ahora toca protegerlos.